La causa de que terrenos selváticos hayan perdido su capacidad de retener agua

CIENCIAS DE LA VIDA / ECOLOGÍA.-

Los bosques de la Amazonía peruana no logran recuperarse tras la actividad minera del oro.

El problema va más allá de los metales tóxicos que contaminan el suelo: la tierra ha perdido su capacidad de retener agua. Uno de los métodos más usados, la minería por succión, transforma tanto el paisaje, que lo deja seco y ardiente, creando un entorno tan hostil que ni las plántulas reforestadas logran aferrarse a la vida.

La selva amazónica cubre más del 60 por ciento del territorio de Perú. Foto: USDA Forest Service / Diego Perez.

Así lo confirman los resultados de un nuevo estudio, a cargo de un equipo integrado, entre otros, por Abra Atwood, del Centro Woodwell de Investigación Climática, así como Josh West y Shreya Ramesh, de la Universidad del Sur de California (USC), en Estados Unidos ambas entidades.

Los resultados del estudio ayudan a entender por qué la reforestación en esa zona se ha enfrentado a tantos obstáculos.

“Sabíamos que cuando el suelo se degrada, el bosque tiene más dificultades para volver a crecer”, explica West. “Pero esto va más allá: la minería reseca la tierra al punto de volverla un lugar imposible para que broten nuevos árboles”.

En colaboración con colegas de la Universidad de Columbia, la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, el equipo estudió dos sitios abandonados de minería de oro en la región de Madre de Dios, en Perú, cerca de las fronteras con Brasil y Bolivia.

Para entender cómo la minería por succión transforma el paisaje, el equipo utilizó drones, sensores en el suelo e imágenes del subsuelo. Esta técnica, bastante común entre operaciones pequeñas —muchas de ellas familiares—, deshace la tierra usando chorros de agua a presión. Luego, el sedimento es dirigido a través de compuertas que separan las partículas de oro. El problema es que la parte más liviana, incluida la capa superficial rica en nutrientes, se pierde arrastrada por el agua. El resultado: agua estancada del tamaño de una cancha de fútbol y montañas de arena que pueden alcanzar los nueve metros.

A diferencia de la minería por excavación, que aún en algunas partes de la Amazonía logra preservar parte de la capa fértil del suelo, la minería por succión arrasa casi por completo con todo, dejando tras de sí un terreno incapaz de alimentar el renacer de la vegetación.

Para estudiar la humedad y la estructura del suelo, los investigadores usaron imágenes de resistividad eléctrica, una técnica que muestra qué tan fácil o difícil se mueve el agua Descubrieron que las enormes pilas de arena funcionan como verdaderos coladores: el agua de lluvia se escurre hasta 100 veces más rápido que en un suelo intacto. Y no solo eso, estas zonas se secan casi cinco veces más rápido tras la lluvia, dejando muy poca humedad para que las raíces puedan crecer.

Para comparar las condiciones del terreno, el equipo colocó sensores en distintos puntos —desde suelos arenosos y arcillosos hasta los bordes de charcas y zonas de bosque intacto—, y notó que las áreas deforestadas eran constantemente más secas y calurosas. En las pilas de arena al descubierto, la temperatura superficial llegó a alcanzar los 60 grados centígrados.

“Es como intentar que un árbol crezca dentro de un horno encendido”, enfatiza West.

Las cámaras térmicas instaladas en drones dejaron clara la diferencia: el suelo expuesto se recalienta con fuerza bajo el sol, mientras que las zonas arboladas y los bordes de las charcas se mantienen notablemente más frescos.

“Cuando las raíces no logran encontrar agua y la superficie está ardiendo de calor, hasta las plántulas reforestadas terminan muriendo”, explica Atwood. “Esa es justamente una de las razones por las que la regeneración avanza tan lento.”

Aunque el equipo notó cierta recuperación en zonas bajas y cerca de las charcas, amplias áreas siguen completamente descubiertas, sobre todo donde se acumulan grandes pilas de arena. Estas regiones, más alejadas del nivel freático y donde la humedad se pierde con rapidez, son mucho más difíciles de reforestar.

Entre 1980 y 2017, la minería de oro a pequeña escala arrasó más de 95,000 hectáreas de selva en Madre de Dios, un área siete veces más grande que la ciudad de San Francisco. En la Reserva Nacional Tambopata y sus alrededores, estas actividades siguen avanzando, poniendo en riesgo la biodiversidad y los territorios indígenas. En toda la Amazonía, este tipo de minería ya es responsable de casi el 10% de la deforestación.

Según los investigadores, los esfuerzos de recuperación podrían ser más efectivos si se interviene directamente en el terreno. Aplanar las pilas de arena dejadas por la minería y rellenar las charcas vacías ayudaría a acercar las raíces al agua subterránea, mejorar la retención de humedad y acelerar el crecimiento de nueva vegetación. Aunque con el tiempo la erosión natural podría lograr algo similar, su ritmo es demasiado lento frente a la urgencia de reforestar.

“Solo existe una Amazonía”, subraya West. “Es un ecosistema vivo, único en todo el planeta. Si la perdemos, también perdemos algo que no se puede reemplazar.”

El estudio se titula “Landscape controls on water availability limit revegetation after artisanal gold mining in the Peruvian Amazon”. Y se ha publicado en la revista académica Communications Earth & Environment. (Fuente: University of Southern California).

Sitio Fuente: NCYT de Amazings