Huei Tzompantli, la gran torre mexica que apila más de 600 cráneos en el corazón de la Ciudad de México
HISTORIA DE MÉXICO.
En 2015, arqueólogos encontraron los restos del Huei Tzompantli de México-Tenochtitlan durante la restauración de una casona en el centro de la Ciudad de México.
Foto: INAH.
Los vestigios del Huei Tzompantli de México-Tenochtitlan fueron hallados por los arqueólogos en el centro de la Ciudad de México, cuando se realizaban trabajos de rehabilitación de un edificio histórico en 2015. Por varios siglos, la gran torre de cráneos estuvo bajo los cimientos de una casona próxima al Templo Mayor y a la Catedral Metropolitana.
Fray Bernardino de Sahagún mencionó en sus obras la existencia de siete tzompantlis asociados al recinto sagrado. Los cráneos encontrados en la calle de Guatemala, en la capital mexicana, corresponden a la torre mayor, a la gran plataforma con empalizada que los mexicas consagraron a Huitzilopochtli, dios de la guerra.
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¿A quiénes pertenecieron los cráneos del Huei Tzompantli?
En la gran torre de 6 metros de diámetro se han localizado 655 cráneos humanos unidos con cal y arcilla, de los cuales 60 % pertenecen a individuos masculinos, 38 % a femeninos y 2% a infantes. Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), logrando identificar tres etapas constructivas que se remontan a la época del tlatoani Ahuízotl, quien gobernó Tenochtitlan entre 1486 y 1502.
En la antigua ciudad mexica, los guerreros cautivos eran llevados al Templo Mayor para ser sacrificados en los adoratorios de la cima, ahí les arrancaban el corazón y después eran decapitados. El cráneo era desollado y ensartado en una vara para ser colocado en el Tzompantli. Entre los vestigios, se ha observado que la gran mayoría de adultos encontrados gozaban de buena salud y tenían edades promedio que oscilaban entre los 25 y los 35 años.
“El objetivo del sacrificio era ofrendar lo más preciado del ser humano: su vida, como un alimento al dios solar, a fin de que este hiciera posible cada amanecer, garantizando así la continuidad del mundo”, explicó el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez en un comunicado del INAH.
Sobre la presencia de mujeres y niños, Barrera Rodríguez señala que las referencias históricas sobre guerreras son escasas; se asignaba este estatus a embarazadas fallecidas en el parto. También durante el asedio final de Tenochtitlan, testimonios, como el de Francisco de Aguilar, mencionan a mujeres armadas defendiendo la ciudad. Respecto a los niños, se plantea la posibilidad de que cada uno representara un ixiptla de Huitzilopochtli, retomando el mito del nacimiento del dios de la guerra.
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Una torre de muerte y vida para los dioses.
El sacrificio ritual en Mesoamérica existía bajo la noción de que esta práctica mantenía con vida a los dioses y aseguraba la continuidad del universo. Esta concepción eleva al Huei Tzompantli en un símbolo de vida más que de muerte. No obstante, estos monumentos también servían como declaración de poder y principios bélicos para los enemigos. Es probable que numerosos guerreros capturados en combate hayan sido sacrificados como nextlahualtin (pago de deudas), con la esperanza de obtener vida a cambio del favor de los dioses.
“Aunque no podemos determinar cuántos de estos individuos fueron guerreros, quizá, algunos eran cautivos destinados para ceremonias de sacrificio. Sí sabemos que todos fueron sacralizados, es decir, convertidos en dones para los dioses o, incluso, en personificaciones de las propias deidades, por lo cual se les vestía y trataba como tales”, expuso el arqueólogo Barrera Rodríguez.
Hoy sabemos que los tzompantli, menciona el experto, son cultos a la vida a través de la muerte. “Ellos están pagando con la muerte para que siga existiendo vida, para que el sol siga su curso, siga su camino”.
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Su destrucción y el asombro de los españoles.
Representación de un tzompantli del Códice Tovar. Fuente: Wikimedia Commons
El cronista Andrés Tapia describió el Huei tzompantli como un teatro muy grande de cal y piedra, con muchas cabezas de muertos enclavadas, él afirmó que eran 136 mil cráneos, sin contar las de las torres, lo que contrasta con el relato del dominico fray Diego Durán, quien estimó que eran 80 mil. Con la llegada de los españoles, la torre abandonó su función como ofrenda para los dioses y fue usada para amedrentar a los invasores. Bernal Díaz del Castillo y Hernán Cortés afirmaron haber visto las cabezas de sus compañeros de armas, e incluso observaron cabezas de caballos.
El equipo de antropología ha recuperado y analizado fragmentos dispersos de los cráneos de la torre del Huei Tzompantli. La evidencia demuestra que, tras la caída de México-Tenochtitlan en manos de los soldados españoles y sus aliados indígenas, vino la destrucción de la mayor parte de la torre de cráneos.
Por: Erika Montejo.
Sitio Fuente: National Geographic en Español