El verano de 2025 bate récords de calor y expone la urgencia climática en Europa

CIENCIAS DE LA TIERRA / CLIMATOLOGÍA.-

Las temperaturas extremas son cada vez más frecuentes, impactan por períodos más largos y en forma más intensa.

Olas de calor cada vez más intensas y reiteradas caracterizan a un verano extremo en Europa. / Crédito: cloud_purple en Pixabay.

El verano de 2025 se ha convertido en uno de los más abrasadores de la historia reciente. Dos olas de calor consecutivas, que abarcaron desde mediados de junio hasta principios de julio, hicieron que gran parte de Europa registrara temperaturas medias sin precedentes. Esta situación ha desatado cientos de muertes relacionadas con el calor, incendios forestales de gran magnitud y una presión extrema sobre los sistemas eléctricos del continente.

El actual período estival ha alcanzado niveles de calor extraordinarios en el hemisferio norte. Según un artículo publicado en Nature, reiteradas y extensas olas de calor han generado cifras alarmantes que afectan tanto a la población como a la economía de distintos países europeos, entre ellos España.

Esta tendencia no es reciente ni demasiado sorpresiva. El panorama global muestra que el planeta continúa batiendo récords de calor, debido principalmente al calentamiento global intensificado por la actividad humana. El año 2024 fue el más cálido jamás registrado, superando por primera vez el umbral simbólico de +1,5 °C sobre los niveles preindustriales, como explica NPR citando a la NASA y la NOAA.

Calor extendido.

Las causas de este incremento incluyen no solo las emisiones acumuladas de gases de efecto invernadero, sino también factores como la reducción en la cobertura de nubes de baja altitud, que disminuyen el enfriamiento natural. En los meses iniciales de 2025, el planeta registró uno de los arranques de año más cálidos de la historia. Enero fue el más caluroso, febrero el tercero y marzo se ubicó como el segundo más cálido en los registros.

Un dato claro marca que, últimamente, el clima veraniego se ha expandido: el calor extremo ya no está restringido a julio y agosto en el hemisferio norte, sino que aparece antes y persiste más allá de estos meses. Según informa The Washington Post, en años recientes la media de temperaturas superiores a 21 °C en el hemisferio norte comenzó ya el 13 de junio y se mantuvo hasta el 5 de septiembre.

Este calor persistente tiene impactos directos sobre la salud: los días extremadamente calurosos incrementan los riesgos de agotamiento, golpes de calor y la exacerbación de enfermedades respiratorias. Además, la mala calidad del aire empeora la situación, dificultando la recuperación: a esto se suma que el relax nocturno bajo el aire fresco ya no es una garantía, con noches calurosas en aumento que reducen la capacidad del cuerpo para recuperarse del calor diurno.

La agricultura también sufre. Las altas temperaturas no solo afectan el crecimiento de cultivos como el trigo y el maíz, sino que, al combinarse con sequías, inundaciones y tormentas turbias, aumentan la probabilidad de desabastecimiento y pérdida de suelo fértil. El sistema eléctrico es otra víctima, con picos de consumo que ponen al borde del colapso a las redes e infraestructuras.

Cúpulas de calor e incremento de la mortalidad.

Las dos primeras olas de calor de la temporada se debieron al establecimiento de “cúpulas de calor”, sistemas de alta presión que atrapan aire caliente y prolongan las temperaturas elevadas. Durante esos episodios, se superaron los 40 °C en Francia, Alemania y el Reino Unido. En España y Portugal, los termómetros marcaron hasta 46 °C, en tanto que el mes de junio de 2025 fue el más cálido jamás registrado para ese mes en Europa.

Un informe del Grantham Institute del Imperial College London, en Reino Unido, comparó las temperaturas reales de la segunda ola de calor de junio con las que habrían ocurrido sin el calentamiento global antropogénico. El resultado arrojó que, de los aproximadamente 2.300 fallecimientos vinculados al calor en 12 grandes ciudades europeas, 1.500 de ellos (el 65 %) se debieron al exceso de temperatura inducido por las emisiones humanas.

La mortalidad fue especialmente alta entre los mayores de 65 años, que representaron casi el 90 % de los decesos. Otro estudio en Austria, que analizó datos de 2015 a 2022, constató que los distritos con poblaciones más envejecidas experimentaron un 50 % más de muertes en días muy cálidos en comparación con aquellos con gente más joven. Además, muchos fallecimientos por calor quedan registrados como complicaciones de enfermedades preexistentes, como por ejemplo cardiopatías, subestimando así el verdadero impacto del calor extremo.

En resumen, lo que está sucediendo este verano, con olas de calor continuadas, noches sin alivio, una agricultura amenazada, presión excesiva sobre el sistema eléctrico y aumentos de mortalidad, se inscribe en un patrón más amplio de calentamiento global cuyo impacto ya es palpable. A partir de estos datos, queda claro que no se trata de una anomalía aislada sino de un cambio estructural, cuyo alcance global es incierto y exige respuestas urgentes.

Por: Redacción T21.

Sitio Fuente: Levante / Tendencias21