Mentir o no mentir, esa es la cuestión
MEDICINA.
Todos hemos mentido alguna vez y hay quienes lo hacen de manera cotidiana.
La gente miente para quedar bien, para excusarse, para obtener lo que quiere, para no perder ciertos derechos, para dar una mejor imagen de sí misma, para no ofender o hacer sufrir a otras personas con la verdad, porque no saben o no pueden decir que no, para postergar decisiones, por temor al rechazo o al castigo. Pero lo cierto es que las mentiras no son bien vistas, sea cual sea la razón.
Las mentiras se refieren a decir algo que va en contra de la realidad; se pueden expresar en distintas circunstancias; sin embargo, no están catalogadas como un trastorno psiquiátrico, ni están clasificadas dentro de las categorizaciones que los especialistas utilizan en psiquiatría, pese a que anteriormente se hablaba de la mitomanía, un trastorno psicológico que consiste en una conducta repetitiva del acto de mentir.
Diana Patricia Guizar Sánchez, coordinadora del departamento de Investigación Educativa en la Unidad de Posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM, refiere que las áreas del cerebro que se activan cuando mentimos son aquellas implicadas en la memoria, el lóbulo frontal el cual se encarga de varias tareas como la planeación, organización y secuenciación de las actividades ejecutivas.
Además se presenta un control del sistema límbico y del sistema simpático en algunas personas, lo que genera que al mentir no presenten sudoración de manos, taquicardia, cambios en el tono de voz.
Algo que se observa en las personas con tendencia a mentir, es que las áreas del cerebro antes mencionadas, suelen ser de mayor tamaño que en las personas que no suelen recurrir a las mentiras, y por el contrario, áreas que tienen que ver con el control de impulsos y la conciencia moral, se ven disminuidas.
Quién miente, agrega la especialista, requiere de ciertas habilidades cognitivas y de planeación, ya que debe anticiparse a los cuestionamientos que se le harán y la forma en que deberá actuar para poder controlar la situación.
Decir mentiras sucede en varios escenarios. Podría ser que alguien mienta para ocultar algún síntoma; esto sucede con frecuencia en adultos mayores, quienes pueden padecer lo que se denomina pseudodemencia depresiva, lo cual se presenta cuando se deprimen y durante estos episodios es posible que tengan pérdida de memoria.
“Cuando el paciente se da cuenta que está pasando por una pérdida de memoria, se asusta y para sustituir ese episodio “inventa” cosas y culpa a la gente de su alrededor de ese olvido”.
Estudios realizados por la Universidad de Harvard revelan que el lóbulo frontal, el lóbulo temporal y el sistema límbico se activan más cuando mentimos que cuando decimos la verdad.
Trastornos vinculados.
Quienes padecen algún trastorno de personalidad suelen mentir con frecuencia con el fin de obtener algo. Los pacientes con trastorno antisocial de la personalidad, por ejemplo, mienten para sacar provecho de alguna situación o persona; de igual forma, quienes padecen el trastorno disocial que sucede con frecuencia en adolescentes también mienten con el mismo fin.
Cabe señalar que no hay una asociación entre las mentiras y las enfermedades mentales, ya que las circunstancias por las que las personas mienten son variables se tenga o no un padecimiento mental, aunque quienes presentan trastorno disocial o de conducta tienden a mentir más que el resto de las personas, comenta Diana Guizar.
Están también las mentiras no verbales. Un ejemplo de ello son las personas que quieren aparentar un alto poder adquisitivo, entonces en su forma de vestir y en su comportamiento adoptan actitudes como si tuvieran esa posición económica, detalla.
Mentir constantemente puede traer como consecuencia depresión, ansiedad y aislamiento, ya que es posible que las mentiras que decimos nos metan en problemas de los que nos sea difícil salir.
Las mentiras pueden dañar las relaciones interpersonales, y si eres tú el mentiroso, se podría afectar la percepción que las demás personas tienen de ti. Cada quien elige si miente o no, pero si lo hace debe tomar en cuenta que podría traer desagradables consecuencias.
Por Isabel Pérez.
Sitio Fuente: Ciencia UNAM