Luis Argueta, gran hito del cine guatemalteco comprometido con causa migrante
UdeG. FICG 36.
El director y documentalista presentó una Master class durante el FICG 36, en el CSAE.
A diferencia de muchos cineastas, la falta de imaginación fue lo que condujo a Luis Argueta (Guatemala, 1946) a terminar en el mundo del cine.
Acostumbrado a no cuestionar su entorno, él recuerda que de chico le fascinaba escapar de las prohibitivas dinámicas del hogar para emocionarse con las imágenes y sonidos que envolvían la sala de alguno de los dos cines que estaban cerca de su casa.
No fue hasta que la inercia de no cuestionar lo que sucedía en su vida lo llevó a aceptar una beca para estudiar Ingeniería en Estados Unidos; ya en ese país, todo cambió.
“Allá había una universidad paralela a la mía donde daban cursos de súper 8, donde pegamos esos pedacitos de celuloide; entonces, dejé la ingeniería y estudié literatura”, recordó.
Y, de repente, “encontré la afinidad de que puedo contar cosas por absurdo que sea. Y esa gran libertad de poder expresarme me hizo enamorarme del cine, y descubrí que más que arte es una artesanía”, aseguró.
Esta anécdota de cómo el guatemalteco se adentró en el séptimo arte la compartió él mismo durante la Master class de este miércoles por la noche, durante un diálogo con la directora guatemalteca Izabel Acevedo, como parte del 36 Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).
Una vez que estudió literatura, recordó, hizo una tesis sobre el dramaturgo y poeta Fernando Arrabal, con quien tuvo la oportunidad de trabajar y desarrollarse, aunque dicha decisión no fue muy bien tomada del todo por su familia.
“Recuerdo que a mi padre le costó comprender eso, el por qué alguien que había estudiado ingeniería lo dejaba todo por una carrera que no tenía ni pies ni cabeza, y que eran actividades en la luna porque no había referencia del cine en Guatemala”, declaró.
Luis Argueta, al interior de Sala 2 del Conjunto Santander de Artes Escénicas (CSAE), indicó que fue en otro país donde tuvo otra mirada que contrastó con la que vivió en sus primeros años en su Guatemala natal, una que le permitió entender cómo el país estaba sometido a una división política, motivada por la intervención de EUA en su país.
Esa mirada crítica encontró salida en su arte cinematográfico y en 1977 presentó el documental El costo del algodón, en el que documentó la realidad migratoria.
“Entrevisté a dos o tres personas (que trabajaban en los campos de algodón) y me contaron que les pagaban algo así como 50 o 75 centavos de dólar. Les pregunté por qué lo hacían si ganaban tan poco, en condiciones tan difíciles; me dijeron, ‘de algo a nada hace mucha diferencia’”. Explicó que esa frase le resonó por años.
“En ese rodaje, por primera vez, me encontré con migrantes y 30 años después son personas que hoy me acompañan”, dijo.
Luego, Argueta se dedicó de lleno a la publicidad, que le permitió crear una obra hito del cine guatemalteco: El silencio de Neto, que a decir de Izabel Acevedo “es el clásico que nos permitió ver personajes en el cine con nuestro acento e historia”.
Al ser una película contestataria, el Gobierno de Guatemala la tachó de comunista y fue perseguida. Durante la primera década de este siglo, Argueta decidió tomar su cámara e ir a buscar y entrevistar a migrantes para que dieran cuenta de sus historias, mismas que ha subido a su canal de YouTube.
“Decido contar las historias para mostrar el rostro humano de la migración y alejarnos de las estadísticas. Yo no conocí información de migrantes, sino personas: hombres, mujeres y niños que podían ser cualquier persona”, recalcó.
En 2014 el cineasta presentó el documental Abrazos, que muestra 14 historias de hijos e hijas de inmigrantes guatemaltecos en Minnesota, EUA, que no cuentan con documentación y que viajan a Guatemala para conocer a sus abuelos y hermanos por primera vez.
“Es una película microcosmos de los 2.4 millones de niños de familias mixtas en las que unos tienen todos los derechos de ciudadanos americanos, pero que sus hermanos mayores y sus padres no tienen protección legal”, externó.
Luis Argueta se dice comprometido con la causa, que sigue siendo invisibilizada y sometida por gobiernos y grupos criminales a lo largo del mundo.
Una de las contribuciones del director es que hoy exista la asociación AGACINE en Guatemala, “la cual, desde 2007, motiva a crear un instituto y ley que apoye e impulse el arte del cine”.
Él se dice optimista de que el futuro del cine guatemalteco está transformándose, para que el mundo ponga la mirada en sus realizadores y el séptimo arte en este país vecino siga creciendo y muestre más realidades.
Texto: Iván Serrano Jauregui / Fotografía: Iván Lara González.
Sitio Fuente: UdeG