La Dana 2024 puede convertirse en una oportunidad para el futuro de Valencia

CIENCIA Y SOCIEDAD.-

La buena gestión de la tragedia transformaría la región en un modelo global de sostenibilidad y resiliencia.

La tragedia podría cambiar en positivo el futuro de Valencia, pero... / Efe/Biel Aliño

Después la DANA 2024, Valencia podría posicionarse como un referente en la implementación de soluciones innovadoras y sostenibles, sirviendo como ejemplo para otras regiones de Europa que enfrentan retos similares debido al cambio climático.

La respuesta inteligente ante la catástrofe obliga a pensar en una Valencia (o un litoral mediterráneo) más seguro para la población y para la economía, con menores riesgos, más biodiversidad, con ecosistemas más resilientes y adaptados al cambio climático. Albert Einstein decía que “es una locura hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes".

En la crónica de la Gran Riada de Valencia de 1957, donde el agua llegó a alcanzar hasta 5 metros de altura en algunos puntos y que provocó la muerte de mas de 85 personas, puede leerse: “La falta de sistemas de alerta temprana y la limitada infraestructura de drenaje agravaron la situación. Las comunicaciones se interrumpieron, y muchas áreas quedaron incomunicadas. Las autoridades locales y los servicios de emergencia se vieron desbordados por la magnitud del desastre.”

Mismo diagnóstico.

En la inundación producida por la DANA 2024, es decir casi 70 años después, se puede reproducir exactamente el mismo diagnóstico. El objetivo de este artículo es que la próxima DANA, que sin duda se repetirá dentro de menos años de los que nos gustaría, sería: no tener que volver a emitir el mismo diagnóstico.

El evento extremo de la DANA 2024 se explica por una combinación de factores interrelacionados, realmente es una DANA de libro, pero lo grave es que se ha repetido frecuentemente en los últimos siglos. Y peor, en un escenario de cambio climático se prevé que este evento extremo sea todavía más frecuente, intenso y extenso (como esta).

Las precipitaciones extremas persistentes fueron uno de los principales desencadenantes. Además, en Valencia se produjeron fallos en las alertas tempranas, en los protocolos y en la planificación preventiva. Si se hubieran tenido en cuenta los avisos y predicciones meteorológicas con al menos un día de antelación, se habrían tomado decisiones preventivas más claras a los municipios.

La falta de planes preventivos integrados dejó a la población sin claridad sobre cómo actuar, lo que agravó el impacto del evento. Sin embargo ciertas instituciones y empresas que aplicaron el principio de precaución sí avisaron el día anterior como la Universidad de Valencia y la Universidad Politécnica de Valencia suspendiendo las clases, o la aseguradora Allianz entre otros muchos casos puntuales.  

Ausencia de señalización.

A esto se sumó la deficiencia en la señalización de zonas inundables. Áreas residenciales completas, incluidas residencias de ancianos, estaban ubicadas en zonas de alto riesgo sin una identificación adecuada. La población desconocía el grado de vulnerabilidad. Es realmente sorprendente cómo estas generaciones han vivido en una especie de amnesia al riesgo.

Otro factor importante fue la carencia de una planificación urbanística integral. La planificación se ha realizado principalmente a nivel municipal, sin una visión coordinada a escala comarcal. La ausencia de estrategias integradas limita la capacidad para gestionar de forma efectiva los riesgos asociados a fenómenos climáticos extremos.

Múltiples frentes.

Una recuperación sostenible tras la tragedia de la DANA en Valencia debe enfocarse en múltiples frentes para garantizar resiliencia, sostenibilidad y bienestar para las comunidades afectadas y en conseguir una región más preparada, equitativa y resiliente frente a futuros desafíos.

La reparación de infraestructuras debe realizarse bajo criterios de resiliencia climática, asegurando que carreteras, puentes, sistemas de transporte y servicios básicos sean reconstruidos con diseños adaptados a fenómenos climáticos extremos.

Es urgente implementar medidas de adaptación y mitigación para enfrentar el cambio climático. Es imprescindible integrar soluciones basadas en la naturaleza, como sistemas de drenaje urbano sostenible (SUDS), la implementación del concepto de "ciudad esponja" para maximizar la absorción del agua en entornos urbanos, y la creación de zonas de amortiguación y parques fluviales que mitiguen los impactos de futuras lluvias torrenciales.

Revisión urbanística.

La planificación urbanística sostenible es otro pilar clave. Esto incluye la revisión y actualización de los planes urbanísticos para incorporar mapas de riesgo de inundaciones, restringir las construcciones en zonas inundables y fomentar la creación de corredores ecológicos que reduzcan la presión del agua en áreas vulnerables. Además, se debe considerar la retirada estratégica y gestionada de áreas urbanas altamente vulnerables, especialmente aquellas situadas en zonas de alto riesgo de inundación recurrente. Estas áreas pueden transformarse en espacios verdes o reservas naturales, además se deben de restaurar ecosistemas naturales, como humedales y bosques, que actúan como barreras naturales frente a fenómenos climáticos extremos.

Comunidades energéticas.

En el ámbito energético, se debe fomentar las comunidades energéticas y el autoabastecimiento que permitan a los ciudadanos generar y compartir energía limpia mediante paneles solares en tejados y otras infraestructuras. El transporte público también debe ser una prioridad en la recuperación (hay más de 100 mil coches afectados). La mejora y expansión de la red de transporte público permitirá reducir la dependencia del vehículo privado, contribuyendo a la descongestión del tráfico y a la disminución de emisiones de gases contaminantes.

El fortalecimiento de sistemas de alerta temprana y la redacción de protocolos detallados de emergencia también es esencial. Esto incluye el desarrollo de tecnología avanzada para predicciones meteorológicas más precisas, la creación de planes de emergencia comunitarios con simulacros periódicos y formación ciudadana, y el establecimiento de redes de comunicación efectivas que permitan la difusión inmediata de alertas. También deben de etiquetarse cada una de las viviendas y edificaciones en función de la inundabilidad  para que tanto el propietario o el inquilino o el posible comprador conozca exactamente cual es el riesgo exacto que puede tener.

Participación ciudadana.

La recuperación debe contar con la participación de la ciudadanía, como se ha visto en la ejemplar lección de solidaridad ofrecida por docenas de miles de voluntarios, integrándola en los procesos de planificación y toma de decisiones para garantizar que las soluciones se ajusten a sus necesidades reales. Asambleas ciudadanas institucionales, unido a otras formas de representación ciudadana, pueden desempeñar un papel crucial en la promoción de prácticas sostenibles y en la supervisión del progreso de las medidas adoptadas.

Además, la adaptación al cambio climático y la mitigación de sus efectos deben ser ejes centrales en la recuperación. Es indispensable establecer políticas económicas sostenibles, ofreciendo incentivos para que las empresas adopten prácticas respetuosas con el medio ambiente y fomentando empleos verdes en áreas como la reforestación, la restauración de ríos y la mejora de infraestructuras.

Estas acciones, combinadas con un monitoreo constante y la evaluación de las medidas implementadas, garantizarán que las estrategias adoptadas se ajusten a las lecciones aprendidas y a las nuevas condiciones climáticas.

¿Referente mundial de innovación?

La recuperación tras la DANA 2024 no solo debe centrarse en reparar los daños, sino también en convertir esta tragedia en una oportunidad para transformar la región en un modelo de sostenibilidad y resiliencia.

Valencia podría posicionarse como un referente en la implementación de soluciones innovadoras y sostenibles, sirviendo como ejemplo para otras regiones de Europa que enfrentan retos similares debido al cambio climático. Este enfoque permitiría no solo proteger a la población y el entorno, sino también demostrar que la sostenibilidad y el progreso pueden ir de la mano, construyendo un futuro más justo y preparado para las generaciones futuras.

El principal riesgo que se cierne sobre esta recuperación es volver a hacer lo de siempre. Desgraciadamente los planes de volver a construir en primera línea de costa y en zonas inundables en el interior son más de lo mismo. Como señalaba Einstein: Si queremos resultados diferentes, no hagamos lo de siempre.

Por: Fernando Prieto. Dr. en Ecología. Observatorio de Sostenibilidad. Raúl Estévez Estévez, experto en GIS. Observatorio de Sostenibilidad. Alejandro Sacristán. Periodista científico. Experto en diseño de futuros sostenibles.

Sitio Fuente: Levante / Tendencias21