Por qué lo que aburre a unos entusiasma a otros: la ciencia detrás del interés humano

PSICOLOGÍA.-

¿Por qué alguien puede pasar horas resolviendo un rompecabezas mientras otro no aguanta ni cinco minutos? ¿Por qué unas personas sienten fascinación por la física cuántica y otras prefieren la jardinería o los deportes extremos?

Lejos de ser una simple cuestión de gustos, la ciencia ha demostrado que el interés y el aburrimiento son respuestas profundamente ligadas a la biología del cerebro, la personalidad y la experiencia vital.

1. La química del interés: dopamina y curiosidad.

El interés no es un misterio intangible: tiene raíces químicas. Cuando algo capta nuestra atención o despierta nuestra curiosidad, el cerebro libera dopamina, el neurotransmisor del placer y la motivación.

Sin embargo, cada persona tiene un umbral de estimulación distinto. Lo que para alguien supone una dosis perfecta de reto y novedad, para otro puede resultar excesivamente complejo o, por el contrario, demasiado simple.

El psicólogo Mihály Csíkszentmihályi, creador del concepto de “estado de flujo”, demostró que nos sentimos más comprometidos con una tarea cuando el desafío se ajusta a nuestras habilidades. Si la dificultad es demasiado baja, aparece el aburrimiento; si es demasiado alta, surge la frustración.

2. Personalidad y diferencias individuales.

Los estudios de psicología de la personalidad identifican ciertos rasgos que influyen directamente en el grado de interés que despertamos ante distintos estímulos.

- Apertura a la experiencia: las personas con un alto nivel de este rasgo —curiosas, imaginativas y receptivas a lo nuevo— tienden a entusiasmarse con temas abstractos o creativos.

- Búsqueda de sensaciones: quienes puntúan alto en este rasgo prefieren actividades con adrenalina o riesgo, como los deportes extremos.

- Necesidad de cognición: algunas personas disfrutan pensando, analizando y resolviendo problemas; otras buscan recompensas más inmediatas o sensoriales.

Estas diferencias hacen que el mismo estímulo (un debate filosófico, un partido de fútbol o un documental sobre agujeros negros) genere respuestas emocionales totalmente opuestas.

3. La experiencia y el contexto moldean el gusto.

Además de la biología, la historia personal y el contexto cultural determinan lo que nos resulta interesante. Un niño que crece rodeado de libros puede desarrollar pasión por la lectura; otro que experimenta la naturaleza desde pequeño puede sentirse atraído por la biología o la conservación ambiental.

La neurociencia ha demostrado que el interés se entrena. Cuanto más nos exponemos a un tema, más conexiones neuronales se forman en torno a él, y más probable es que lo disfrutemos. En otras palabras: la curiosidad también se cultiva.

4. Aburrimiento: enemigo o aliado.

Aunque solemos verlo como algo negativo, el aburrimiento cumple una función adaptativa. Nos alerta de que una actividad no está satisfaciendo nuestras necesidades cognitivas o emocionales y nos empuja a buscar algo más estimulante.

De hecho, investigaciones recientes sugieren que el aburrimiento moderado puede favorecer la creatividad: cuando la mente no está saturada de estímulos, se activa la red neuronal por defecto, responsable de la imaginación y la generación de ideas nuevas.

5. Aplicaciones prácticas: del aula a la oficina.

Comprender por qué nos aburrimos o nos entusiasmamos puede transformar la forma en que aprendemos y trabajamos:

-Educación personalizada: adaptar el nivel de dificultad y el método de enseñanza al perfil cognitivo del alumno aumenta la motivación.

-Gestión laboral: ofrecer tareas acordes al nivel de desafío y autonomía de cada empleado mejora la productividad y reduce la desmotivación.

-Creatividad y ocio: reconocer qué nos motiva nos ayuda a diseñar rutinas más satisfactorias y equilibradas.

Sitio Fuente: NCYT de Amazings