¿Ser confiado es bueno o malo? La ciencia detrás de la confianza y sus riesgos ocultos

PSICOLOGÍA.-

En un mundo donde la desconfianza parece ser un escudo imprescindible, ser una persona confiada puede parecer un rasgo ingenuo. Sin embargo, la ciencia nos muestra que la confianza —en la dosis correcta— es una poderosa herramienta para el bienestar emocional, las relaciones sociales y el éxito profesional. Entonces, ¿ser confiado es bueno o malo? La respuesta, como casi siempre, está en el equilibrio.

La confianza: un rasgo humano con base biológica.

Estudios en psicología evolutiva han demostrado que la confianza no es una simple elección de carácter, sino una estrategia evolutiva. Los humanos prosperaron como especie gracias a su capacidad de cooperar, y la cooperación se basa en confiar en los demás.

Según investigaciones de la Universidad de Oxford, el cerebro libera oxitocina, la llamada hormona de la confianza, cuando percibimos comportamientos amables o cooperativos. Esta sustancia refuerza la sensación de seguridad y fortalece los lazos sociales.

Los beneficios de confiar (pero con límites).

Ser confiado tiene ventajas claras:

- Mejores relaciones personales y laborales: Las personas que confían tienden a generar reciprocidad. Suelen ser percibidas como más abiertas, empáticas y seguras.

- Mayor bienestar psicológico: La confianza reduce el estrés y la ansiedad, ya que quien confía vive menos pendiente del miedo a ser traicionado.

- Más éxito en entornos colaborativos: En empresas y proyectos donde se valora el trabajo en equipo, los individuos confiados facilitan la comunicación y el intercambio de ideas.

De hecho, un estudio de la Universidad de Harvard halló que las sociedades con altos niveles de confianza interpersonal presentan mayores índices de felicidad y desarrollo económico.

El lado oscuro de la confianza: ingenuidad y manipulación.

El problema surge cuando la confianza se transforma en credulidad. Las personas excesivamente confiadas pueden ser más vulnerables a la manipulación, los engaños y las estafas, especialmente en entornos digitales donde la información falsa abunda.

La psicóloga social Maria Konnikova, autora de The Confidence Game, explica que “los estafadores prosperan gracias a nuestra necesidad de confiar”. En otras palabras, la confianza ciega puede ser peligrosa si no va acompañada de pensamiento crítico.

Además, investigaciones publicadas en Personality and Social Psychology Bulletin indican que las personas demasiado confiadas pueden sobreestimar sus propias habilidades, lo que lleva a errores de juicio y decisiones arriesgadas.

El equilibrio perfecto: confianza crítica.

La clave está en desarrollar lo que los expertos llaman “confianza crítica”: una actitud abierta pero analítica. Esto implica:

- Confiar, pero verificar. No asumir que todo es cierto sin contrastar la información.

- Aprender de las experiencias pasadas. La confianza debe evolucionar, no desaparecer.

- Escuchar las señales internas. Si algo no encaja, es válido cuestionarlo.

En definitiva, ser confiado no es ni bueno ni malo por sí mismo, sino que depende del contexto y del grado. La confianza construye puentes; la ingenuidad los derrumba.

Sitio Fuente: NCYT de Amazings