Pasión por el cielo: Crónica de un viaje hacia el gran eclipse de Norteamérica

ASTROFÍSICA / EVENTOS ASTRONÓMICOS.-

«Esperar 30 años para volver a vivir un eclipse en México, entre amigos, valió la pena. Es un precio que estamos dispuestos a pagar».

Getty Images.

La aventura de vivir un eclipse de Sol inicia en el pasado, pensando en el presente y proyectando el futuro a una fecha y hora específica. Así fue como el equipo de fotógrafos e investigadores iniciamos el recorrido hacia el 8 de abril de 2024 en Durango, México.

Basados en la experiencia de muchos otros observadores del cielo, y en el conocimiento adquirido sobre la mecánica celeste, la primera tarea que tuvimos fue la búsqueda del mejor equipo fotográfico a nuestro alcance.

Por fortuna, logramos conseguir siete cámaras digitales de gran formato, objetivos y filtros especializados para ver el Sol. Además, gracias a una colaboración con la Universidad Autónoma de Nuevo León, teníamos un telescopio solar Coronado de 80 milímetros de diámetro con filtros para la observación

Revisamos cientos de veces los mapas celestes del movimiento del Sol y la Luna, para discutir cuáles eran las coordenadas geográficas más favorables y encontrar el lugar donde la duración del fenómeno nos diera una experiencia más prolongada.

Persiguiendo al eclipse.

La decisión fue difícil de tomar, ya que había más variables involucradas: el clima, las nubes, la contaminación lumínica, la accesibilidad, así como los requerimientos de infraestructura necesarios. Finalmente, elegimos el municipio de Gómez Palacio, en el estado de Durango. Ahí, se cumplía todo lo que un cazador eclipses puede pedir.

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Llegamos en caravana. Una vez ahí, armamos los equipos para la observación e hicimos la planeación de lo que queríamos registrar digitalmente. Sin embargo, JuanMa (adicto a la observación del cielo y a la tecnología), nos movió el tapete de un jalón al decirnos que el pronóstico del clima nos estaba jugando una mala pasada.

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Igor Zhuravlov/Getty Images.

Tal y como lo señalo mi colega, las imágenes satelitales predecían nubes a lo largo de todo el recorrido. Tuvimos que volver a sentarnos con el fin de repensar qué íbamos a hacer para que este eclipse no se nos escapara. La resolución fue dividirnos en dos grupos de observadores; el primero para ir a la capital del estado; el segundo para permanecer en Gómez Palacio.

Llegó el amanecer del tan esperado 8 de abril de 2024. El primer grupo salió hacia la capital duranguense con premura. Los demás comenzaron el seguimiento del Sol.

Pasión por el cielo y sus misterios.

Cuando llegó la totalidad del eclipse los gritos de alegría estremecieron la tierra. Quienes estábamos en Gómez Palacio no dábamos crédito de lo que ante nuestras ojos sucedía, con todo y que el cielo no nos ofrecía el mejor momento para la observación.

Hubo miembros del equipo que, como Carolina, recurrieron a las fuerzas de la superstición para poner al tiempo de nuestro lado. Aunque se antoje irónico que un grupo de científicos recurra a esos remedios, todos nos sentimos agradecidos con ella, pues, ante todo, la pasión por el cielo y sus misterios se manifestaba.

La aventura nos dejó una lección importante: entender a la naturaleza para vivirla y respetarla es crucial en el futuro de la humanidad. Esperar 30 años para volver a vivir un eclipse en México es un precio que estamos dispuestos a pagar.

Este texto es de la autoría del Dr. Alejandro Farah Simón, miembro del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Programa Espacial Universitario (PEU). Gracias por la inspiración de la Comunidad del Eclipse de Gómez Palacios y a los apasionados que participaron en las imágenes que pronto compartiremos.

Por: Alberto Milo.

Sitio Fuente: National Geographic en Español