Una trayectoria ejemplar: Graciela Meza Ruíz

    C. DE LA VIDA / MEDICINA.

    La doctora Graciela Meza Ruíz trabajó durante 46 años en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero desde hace tres está jubilada. Sin embargo, sigue unida a esta institución por proyectos de investigación que iniciaron cuando ella aún se encontraba laborando y, lo más importante, por el cariño y amor que tiene por la institución que fue su casa durante más de cuatro décadas.

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    La doctora Graciela Meza Ruiz. Foto y diseño: Bárbara Castrejón.

    Es egresada de la licenciatura en química farmacéutica bióloga. Una vez que la concluyó,  trabajó por un tiempo en la industria. Posteriormente, obtuvo una plaza de medio tiempo como profesora en la Facultad de Química y empezó a laborar en el Instituto de Biología. Por esta misma época tuvo la oportunidad de estudiar la maestría en Ciencias en Illinois.

    A su regreso a México volvió a incorporarse al Instituto de Biología, cuando en éste aún se encontraban los departamentos que posteriormente darían pie a la formación del Centro de Fisiología Celular (hoy Instituto de Fisiología Celular) y del Centro de Ciencias del Mar y Limnología (hoy Instituto de Ciencias del Mar y Limnología).

    Tiempo después realizó el doctorado en Bioquímica en la Facultad de Química de la UNAM y realizó dos estancias posdoctorales: una en la Universidad de Berlín y otra más en el Instituto de Investigaciones Cerebrales en Suiza.

    La doctora Graciela Meza narró que a pesar de las transformaciones que por esos años se vivían, siempre respetaron su laboratorio, en el cual ella había empezado a trabajar aspectos relacionados con el cerebro, como la epilepsia en ratones.

    “Mi carrera consistió en incorporarme a cada una de las actividades sustantivas de la Universidad; primero la docencia, luego la investigación y cuando tenía un laboratorio establecido, me llamó mucho la atención la divulgación científica”, explicó la investigadora.

    Ruido y sordera.

    Una de las líneas de investigación que la doctora Meza Ruíz siguió durante varios años, está relacionada con la audición. Realizó estudios en una preparatoria en donde midió la audición de los estudiantes y encontró una relación entre la pérdida de ésta y el tiempo que utilizaban los audífonos. Ese trabajo se publicó en una revista nacional.

    Asimismo, planteó que las personas pueden perder la audición por el ruido ambiental, pues cuando el sonido es muy alto en intensidad, se vuelve ruido y ya no es armónico. Explicó que entre las primeras cosas que hizo fue conocer las normas relacionadas con el sonido, establecidas para el Distrito Federal.

    Este trabajo generó que personal de la Procuraduría Ambiental la contactara para llevar a cabo un estudio en el que analizó el efecto del ruido en la audición de los habitantes de la ciudad capital. En él destacó –entre otras cosas– lo perjudicial de que se llevaran a cabo obras de construcción por las noches, afectando la audición y el sueño de las personas.

    Toxicidad y audición.

    Asimismo, inició una línea de investigación relacionada con la toxicidad y la pérdida de audición. Para ello, analizó algunos antibióticos y tomó la estreptomicina como un modelo para estudiar el daño.

    Este medicamento (que lo recetan para infecciones resistentes a otros antibióticos) se inyecta y se distribuye por todo el organismo hasta llegar finalmente al oído, en donde, al no eliminarse del todo, se acumula.

    “Es muy bueno porque casi no genera resistencia, pues se sale. Hay que inyectarlo diariamente porque se metaboliza y se elimina, pero con algunos colaboradores descubrí que se quedaba en el oído y eso nos dio una señal de que sí era su blanco de acción”, explicó.

    El descubrimiento fue el fármaco producía daño vestibular, es decir, que generaba una pérdida del equilibrio. Durante 60 días siguieron los efectos del medicamento y detectaron que el antibiótico tiene una parte tóxica y causa graves daños en el oído.

    Debido a estos descubrimientos, la doctora Meza Ruíz fue invitada a colaborar con médicos del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) en un protocolo con pacientes tratados con estreptomicina y que presentaban distintas reacciones al medicamento.

    “Finalmente tenía una estrellita de bien portada en la frente. Cuando empecé a trabajar con pacientes ahí vi la utilidad de nuestras investigaciones. Vimos cómo actuaba el medicamento en los pacientes y a lo largo del tiempo se convertía en ese metabolito. Lo medimos y lo publicamos”, recordó la investigadora.

    Otro proyecto que derivó de esta línea de investigación, tuvo como base el hecho de que algunos pacientes tratados con estreptomicina quedaban sordos en poco tiempo a diferencia de otros, lo cual motivó a estudiar las mutaciones a nivel del ADN mitocondrial que provocan que haya mayor susceptibilidad al medicamento.

    No tener miedo al cambio.

    La doctora Graciela Meza tiene en la actualidad tres años de jubilada. Fue docente de la Facultad de Química por 40 años, además recibió la cátedra patrimonial del Conacyt por su labor en la Universidad Veracruzana.

    Asimismo perteneció a múltiples colegios y asociaciones científicas como la Sociedad Mexicana de Otorrinolaringología, el Colegio Europeo de Otorrinolaringología, la Academia Mexicana de Ciencias y fue miembro fundador y primer presidente de la Sociedad Mexicana de Biología del Desarrollo y del International Women Forum.

    Recibió el premio Adam Politzer internacional de Audiología, el premio Juana de Asbaje y premio Arnaldo Orfila en 1986 por la edición de su libro Neurobiología de los sistemas sensoriales.

    Después de los años que trabajó en la Universidad y de los múltiples reconocimientos recibidos, señaló que cuando tomó la decisión de jubilarse lo que más trabajo le costó fue dejar su laboratorio y a sus alumnos.

    “Siempre al llegar y ponerme la bata era algo maravilloso. Entra uno al laboratorio y ya se siente dueño de la ciencia, de lo que uno trabaja, nunca se quita el atuendo científico aunque uno se quite la bata”, dijo.

    Aún sigue manteniendo contacto con el Instituto de Fisiología Celular, pues la línea de investigación que mantuvo por muchos años todavía es vigente. Y en la actualidad cursa el Diplomado en Aromaterapia Clínica que le permitirá acercarse a otro campo tan fascinante como el que cultivó en sus años en la UNAM.

    Sobre la decisión que tomó de jubilarse concluyó: “cuando está uno en la Universidad de tiempo completo, es algo tan fascinante que lo absorbe. Cuando se toma la decisión, es importante no tenerle miedo al cambio. Ahora seremos dueños de nuestro tiempo… Además, aún podemos hacer muchas cosas porque estamos preparados y tenemos disciplina”.

    María Luisa Santillán, DGDC-UNAM.

    Sitio Fuente: CIENCIA UNAM

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