Adiós al cielo estrellado: cómo la invasión de satélites amenaza la astronomía
ASTRONOMÍA.
Durante milenios, el cielo nocturno ha sido una ventana abierta al misterio.
Desde los primeros navegantes que guiaban sus travesías por las constelaciones hasta los telescopios que hoy rastrean galaxias lejanas, las estrellas han sido una brújula tanto espiritual como científica. Sin embargo, ese firmamento —que parecía eterno— está desapareciendo. No por nubes ni contaminación lumínica terrestre, sino por una nueva y silenciosa amenaza: la proliferación masiva de satélites artificiales.
Foto: Victoria Girgis/Lowell Observator.
Una carrera espacial que se ha vuelto orbitalmente saturada.
Empresas privadas como SpaceX (con su proyecto Starlink), Amazon (Project Kuiper) o OneWeb están lanzando miles de satélites para ofrecer internet global de alta velocidad. A corto plazo, esto promete conectar regiones aisladas del planeta, pero a largo plazo, podría desconectar a la humanidad de su cielo.
En 2019 había unos 2.000 satélites operativos orbitando la Tierra. En 2025, esa cifra ha superado los 10.000, y se prevé que en la próxima década el número se multiplique por cinco. La consecuencia: un “enjambre” de puntos brillantes que cruzan el firmamento, alterando observaciones astronómicas y contaminando ópticamente el espacio.
Un desafío para la ciencia: el ruido en los datos.
Los astrónomos ya lo están notando. Observatorios de vanguardia como el Vera C. Rubin Observatory en Chile han tenido que adaptar sus estrategias de observación para evitar rastros de satélites que arruinan exposiciones de larga duración.
Cada trazo luminoso que deja un satélite en una imagen astronómica puede invalidar datos cruciales. Las simulaciones indican que hasta un 30% de las observaciones de gran campo podrían verse afectadas si continúa el ritmo actual de lanzamientos.
Y el problema no se limita al espectro visible. Muchos satélites también emiten en radiofrecuencias, interfiriendo con los radiotelescopios que buscan señales cósmicas, desde emisiones galácticas hasta posibles mensajes de inteligencia extraterrestre.
Más allá de la ciencia: la pérdida cultural del cielo.
No se trata solo de un problema técnico. El cielo estrellado ha sido una fuente de inspiración artística, filosófica y espiritual. La UNESCO ya ha reconocido el “derecho al cielo oscuro” como parte del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Ver la Vía Láctea desde un lugar oscuro es una experiencia cada vez más rara. En las próximas décadas, podría volverse un lujo reservado a los observatorios o parques naturales remotos, mientras la mayoría de las personas crecerán viendo un cielo surcado por luces artificiales.
¿Hay soluciones posibles?
Algunas compañías han comenzado a experimentar con satélites menos reflectantes y órbitas más bajas, para reducir su impacto visual. Sin embargo, estas medidas son paliativas. La comunidad científica pide una regulación internacional urgente, coordinada por organismos como la ONU o la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), para limitar la densidad orbital y proteger la astronomía.
También se están desarrollando algoritmos de corrección de imágenes y modelos predictivos que permiten a los astrónomos anticipar el paso de satélites, aunque esto incrementa los costos y la complejidad de la investigación.
Un futuro que aún podemos cambiar.
El cielo no pertenece a ninguna empresa ni nación; es un patrimonio común de la humanidad. Su pérdida sería irreversible, no solo para la ciencia, sino para la imaginación colectiva que siempre ha mirado hacia las estrellas buscando respuestas.
La pregunta no es si podemos llenar el cielo de satélites, sino si queremos pagar el precio de hacerlo.
Sitio Fuente: NCYT de Amazings