¿Podremos algún día extraer recuerdos del cerebro?

NEUROCIENCIAS Y TECNOLOGÍA.-

Durante décadas, la posibilidad de leer recuerdos directamente del cerebro ha sido un tema recurrente en la ciencia ficción. Desde las películas como Inception o Blade Runner 2049 hasta los episodios de Black Mirror, la idea de “descargar” memorias o acceder a los pensamientos más íntimos fascina y aterra por igual. Pero ¿cuánto hay de fantasía y cuánto de ciencia real en todo esto?.

La base científica: el cerebro como red de información.

El cerebro humano contiene aproximadamente 86 mil millones de neuronas, cada una conectada con miles de otras mediante sinapsis eléctricas y químicas. La actividad coordinada de esas conexiones genera patrones eléctricos que codifican sensaciones, emociones y, por supuesto, recuerdos.

Durante los últimos veinte años, la neuroimagen funcional (fMRI) y las técnicas de electroencefalografía avanzada (EEG) han permitido “ver” qué áreas cerebrales se activan cuando recordamos un rostro, un lugar o una melodía. Sin embargo, esta información sigue siendo indirecta: los científicos no están leyendo los recuerdos como quien abre un archivo de texto, sino observando correlaciones estadísticas entre la actividad cerebral y ciertos estímulos.

Los primeros pasos hacia la lectura mental.

En los últimos años, varios grupos de investigación han logrado avances sorprendentes:

- Reconstrucción de imágenes mentales: En 2023, investigadores de la Universidad de Osaka utilizaron inteligencia artificial para reconstruir imágenes que los voluntarios veían o imaginaban mediante resonancia magnética funcional. El resultado fue tan preciso que se podían reconocer rostros o paisajes con una fidelidad asombrosa.

- Decodificación del lenguaje interno: Un equipo de la Universidad de Texas desarrolló un sistema capaz de traducir la actividad cerebral en texto, identificando las ideas que una persona intentaba expresar sin hablar.

- Implantes de memoria: Experimentos con pacientes epilépticos han permitido estimular regiones específicas del hipocampo para mejorar o alterar la formación de recuerdos.

Estos logros no implican que estemos leyendo recuerdos literalmente, pero demuestran que la interfaz cerebro-máquina puede captar y traducir la información neuronal con una precisión creciente.

Obstáculos.

Aun así, el camino hacia la extracción de recuerdos auténticos es largo. Los recuerdos no se almacenan en un “archivo” concreto, sino como redes distribuidas de neuronas que se reactivan en contextos específicos. Además, los recuerdos humanos no son fijos: se modifican cada vez que los evocamos, lo que complica enormemente su “lectura” o copia fiel.

Por otro lado, los dilemas éticos son profundos. Si pudiéramos acceder a los recuerdos de una persona, ¿qué pasaría con la privacidad mental? ¿Podrían usarse esas técnicas para obtener confesiones, manipular testimonios o incluso alterar identidades? La neuroética ya debate sobre estos riesgos.

La combinación de inteligencia artificial, neuroingeniería y computación cuántica podría, en las próximas décadas, acercarnos a una comprensión funcional del “código neuronal” que soporta los recuerdos. Tal vez no los “extraigamos” como archivos digitales, pero sí podamos mapearlos, restaurarlos o incluso transferir experiencias sensoriales de un cerebro a otro.

Como señala la neurocientífica española Clara Sampedro, “no se trata de robar pensamientos, sino de traducir los lenguajes del cerebro para comprender mejor cómo surge la mente humana”.

Sitio Fuente: NCYT de Amazings