Proyecto Tiburón: una alianza entre científicas y pescadores busca salvar a estas especies en el Golfo de California

CIENCIAS DEL MAR / BIOLOGÍA MARINA.

- Orgcas es una organización liderada por mujeres de diversas disciplinas que trabaja con comunidades costeras en Baja California Sur, México.

- Uno de sus principales objetivos es proteger a las especies de tiburones que han sido gravemente afectadas por la pesca en la región, promoviendo su conservación y el equilibrio del ecosistema marino.
- A través del Proyecto Tiburón, han tejido alianzas con pescadores artesanales que trabajan en las aguas cercanas a la Isla Cerralvo, reconociendo su conocimiento del mar como una herramienta clave para generar cambios positivos.
- Su misión es frenar la pesca de estas especies vulnerables y reemplazarla por alternativas sostenibles como el turismo de conservación y recorridos científicos.

Un buceo en El Bajo de Espíritu Santo lo cambió todo. La bióloga marina Frida Lara exploraba este monte submarino en el Golfo de California, frente a las costas de Baja California Sur, México, cuando los tiburones piloto (Carcharhinus falciformis) salieron a su encuentro, uno tras otro, hasta contar una docena. Era época de veda. El escenario era tan hermoso como triste, porque sabía que, una vez concluido ese periodo, muy probablemente, esos tiburones serían capturados.

“Pasaría porque es legal y porque sabemos que hay pescadores en esa zona”, cuenta Lara. “En ese entonces dijimos que no podíamos cambiar esa realidad de la noche a la mañana, pero lo que sí podíamos hacer era acercarnos a una de las comunidades que se dedica a la pesca de tiburón y ver si podíamos trabajar juntos”.

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Frida Lara, bióloga marina especializada en migración y conectividad de tiburones, lidera el área científica de Orgcas. Foto: cortesía Fernando Arzac

En ese entonces, Orgcas recién comenzaba a gestarse. Lara y otras colegas se estaban organizando para fundar un colectivo multidisciplinario de mujeres —biólogas, abogadas, investigadoras y educadoras, entre otras— en búsqueda de soluciones para los ecosistemas marinos, en colaboración con comunidades costeras en Baja California Sur.

Con esa intención, a mediados de 2021, se logró el primer acercamiento con la comunidad pesquera de Agua Amarga. En este lugar, ubicado a 50 kilómetros al sur de la ciudad de La Paz —entre la Bahía de la Ventana y Ensenada de Muertos—, la pesca artesanal de tiburón se ha transmitido de generación en generación y ha sido, durante décadas, la principal fuente de ingresos para las familias locales.

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Reuniones con pescadores locales que se han integrado al Proyecto Tiburón. Foto: cortesía Orgcas / Proyecto Tiburón

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De izquierda a derecha, las integrantes de Orgcas: Frida Sánchez, Vianney Barajas, Porfiria Gómez, Gabriela Coronel y Frida Lara. Foto: cortesía Fernando Arzac

“Los tiburoneros de Agua Amarga tenían fama de que no les gustaba la conservación y que no les gustaba trabajar con organizaciones no gubernamentales por malas experiencias en el pasado, por eso teníamos un poco de miedo de cómo iban a reaccionar”, agrega la bióloga marina. “Al principio estaban sentados hasta atrás, con mucho rechazo y recelo. Pero les dijimos que no veníamos a decirles que lo que estaban haciendo estaba mal, sino más bien a ver cómo podíamos encontrar soluciones en conjunto, para que eventualmente dejaran de pescar tiburón”.

En algo coincidieron: los tiburones en la zona son cada vez menos y eso ha afectado no solo a la biodiversidad, sino a su modo de vida comunitario. Así nació el Proyecto Tiburón, una iniciativa que impulsa a los pescadores artesanales en su transformación a guardianes del océano. El turismo para la conservación y los recorridos científicos han sido herramientas clave para lograrlo, pues hasta ahora nueve pescadores y sus familias se han asociado con Orgcas para dejar por completo la pesca de tiburón y transicionar a estas actividades que les ofrecen una alternativa económica digna.

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Pescadores de tiburón de Agua Amarga. Foto: cortesía Orgcas / Proyecto Tiburón.

El objetivo de Orgcas ha sido dotar a los pescadores de la infraestructura necesaria —embarcaciones, equipo y capacitación— para liderar expediciones oceánicas que valoren su conocimiento local y alivien la presión sobre los ecosistemas. Al mismo tiempo, el proyecto busca restaurar su vínculo con el océano y empoderarlos para protegerlo.

Si ellos se comprometen a cuidar el equipo del proyecto y dejan de pescar tiburón por completo, al cabo de un tiempo, la embarcación gestionada por Orgcas pasa a ser de su propiedad. Así sucedió con la Tintorera, la primera ‘panga’ donada a los pescadores. Lo mismo ocurrirá con la Barrosa, la embarcación con la que actualmente trabaja el grupo.

“Ya están comprobando esa frase famosa que dice que la biodiversidad vale más viva que muerta”, sostiene Frida Lara. “En este caso, vale más un tiburón vivo que muerto”.

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La Barrosa, embarcación utilizada por Orgcas y los pescadores de Agua Amarga para actividades de turismo de conservación y científico. Foto: Astrid Arellano

Isla Cerralvo: un espacio marino por proteger.

La Barrosa se abre paso en las aguas del Golfo de California. La embarcación fue bautizada así por el tiburón martillo (Sphyrna lewini), conocido como cornuda barrosa a nivel local. A bordo de la embarcación viaja el equipo Orgcas y es capitaneada por turnos entre Porfiria Gómez, directora de la organización, y el pescador Félix Rochín, habitante de la comunidad de Agua Amarga. Se dirige a la Isla Cerralvo —también conocida como Isla Jacques Cousteau—, ubicada en el extremo suroeste del golfo, cerca de su boca.

Es una mañana de abril de 2025 y Mongabay Latam acompaña esta travesía que, apenas comenzando, logró sus primeros avistamientos: una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) que emergió varias veces a respirar y un gran grupo de mobulas que se agitan y alimentan en el fondo marino, mientras otras saltan y dan un espectáculo de volteretas en el aire.

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Porfiria Gómez, directora de Orgcas, capitaneando la Barrosa. Foto: Astrid Arellano.

Cerralvo es una imponente isla volcánica separada de la península por un canal profundo que alcanza hasta 1600 metros. La zona alrededor de ella es altamente biodiversa, pues su compleja batimetría y las intensas corrientes marinas la convierten en un refugio perfecto no sólo para muchas especies marinas que llegan durante todo el año a alimentarse y reproducirse, sino también para especies de aguas profundas, incluidos tiburones poco comunes. Hasta la fecha, se han registrado al menos 26 especies de condrictios en la zona.

Sin embargo, este sitio no está designado oficialmente como un área natural protegida y enfrenta amenazas crecientes. La alta productividad de sus ecosistemas también ha atraído una intensa actividad pesquera, en especial la pesca industrial de arrastre de camarón. Esta práctica, además de alterar los fondos marinos, pone en riesgo a especies vulnerables como los tiburones de aguas profundas, que a menudo quedan atrapados de forma incidental.

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Gabriela Coronel, administradora de Orgcas, sostiene un mapa educativo sobre la Isla Cerralvo. Foto: Astrid Arellano

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Guía de identificación de algunas de las especies de tiburones presentes en el Golfo de California. Foto: Astrid Arellano

En la pesca artesanal, los pescadores utilizan un arte de pesca conocido como simplera. Consiste en una boya hecha con un gran bloque de unicel —capaz de resistir las corrientes y el viento—, un cabo largo, un hilo de nylon grueso y un cable que desciende hasta el fondo, donde se coloca un anzuelo con carnada. Durante el recorrido en Isla Cerralvo, se pudo observar una simplera que había cumplido su cometido: había capturado un tiburón azul (Prionace glauca) de aproximadamente dos metros de largo. Según los pescadores, en un buen día pueden llegar a capturar hasta 10 tiburones con este método, mientras que un barco de pesca industrial puede sacar cientos en el mismo periodo.

“Las simpleras son un sistema que, en realidad, es selectivo”, explica Porfiria Gómez, directora general de Orgcas. “El colapso del tiburón no solo es provocado por la pesca ribereña que se da acá, sino que es una gran víctima de la pesca incidental”.

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Al fondo, una simplera flotando en el mar. Este es un método artesanal de pesca selectiva de tiburón. Foto: Astrid Arellano

El lento crecimiento de los tiburones y su madurez tardía los hacen especialmente sensibles a las presiones humanas, lo que encendió las alertas sobre la necesidad urgente de conservar la región. Por eso Orgcas eligió a Cerralvo como parte central de su trabajo.

“Combinamos el Proyecto Tiburón con el Proyecto Cerralvo, que consiste en generar información que nos demuestre cómo está la fotografía de los tiburones hoy, para que en 10 o 15 años podamos comprobar cómo ha cambiado o mejorado”, explica Frida Lara, coordinadora científica de Orgcas. “Creemos que somos capaces de quitar o al menos disminuir las amenazas o factores que han provocado esa reducción de las especies”.

Aunque llevan poco tiempo trabajando en la zona, ya han sido testigos de cambios importantes. Poco a poco, han notado la reaparición de tiburones martillo en algunas áreas, una especie que ya no se veía. Algo similar ocurrió con las mantas gigantes, que desaparecieron durante 20 años en la región, pero de las que, en los últimos cinco años, las especialistas han registrado el regreso de 30 individuos.

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Integrantes de Orgcas y del Proyecto Tiburón durante el marcaje satelital a un tiburón mako (Isurus oxyrinchus). Foto: cortesía Orgcas / Proyecto Tiburón

“Vemos ciertos signos de recuperación y de que, si se hacen las cosas bien, el ecosistema tiene la capacidad para recuperarse. Tenemos que estar conscientes de que no es una victoria ganada, pero definitivamente, cuando uno le da el respiro al mar, este responde y se recupera”, afirma Lara.

Al final, lo que se busca es lograr una categoría de protección que aparte a la pesca industrial de la zona, pero que permita a las comunidades locales realizar actividades sostenibles en el mar. Para ello, Orgcas ha creado alianzas con investigadores y comunidades locales para generar datos de referencia que respalden y promuevan protección legal de la Isla Cerralvo, considerando también el sustento de la gente.

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Toma de muestra de una pequeña fracción de una aleta de pez. Luego de la toma, las especies son liberadas. Foto: cortesía Fernando Arzac

Lo que ocurre actualmente con Cerralvo y los pescadores de Agua Amarga es la “creación de una receta”, dice Lara, que podría replicarse en otras zonas alrededor de Baja California Sur.

“Los tiburones son altamente migratorios, no respetan límites geopolíticos y son un gran ejemplo de cómo la conservación necesita pensar en grande. Si hacemos reservas muy chiquitas o refugios de cientos de metros, resulta insuficiente para proteger esas grandes especies porque, aunque sean muy grandes, son reservas de papel. La amenaza real, que es la pesca destructiva, sigue latente”, describe la bióloga marina.

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Frida Sánchez, bióloga y coordinadora de actividades de educación ambiental en Orgcas, durante una inmersión en Isla Cerralvo. Foto: Astrid Arellano

Comunidad, conservación y ciencia.

Félix Rochín explica que los pescadores tienen muy claro cuáles son las “corridas” de las especies —como llaman localmente a las migraciones en diferentes temporadas—, es decir, cuándo entran a la zona, cuándo se van y en qué sitios suelen ubicarse. Aún así, la pesca de tiburón es una actividad difícil y riesgosa, dice el pescador.

“La pesca de tiburón es incierta, toda la pesca es incierta. Sales contento al mar y puedes regresar sin nada. Le inviertes a eso unas 12 horas de trabajo. Tiene su grado de dificultad porque son muchas millas que te abres para afuera, en el mar, y todo el tiempo andas arriesgando la vida. Si te falla el motor a 30 millas, si se te descompuso la batería o no puedes transmitir un mensaje, hasta ahí vas a llegar”, cuenta Rochín.

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La bióloga marina Vianney Barajas y el capitán de embarcación Félix Rochín durante unas pruebas del nuevo proyecto “Pesca con Propósito”. Foto: Astrid Arellano

Los pescadores en Baja California Sur, como en muchas otras costas de México —dice Rochín—, son siempre excluidos por el Gobierno y en las políticas públicas, pues son el último y más pequeño eslabón de la cadena.

“Si el Gobierno viene por alguien, es por el pescador. Todo el tiempo eres el más atacado para todo”, agrega el pescador y capitán de embarcación. “Vas a solicitar un permiso para cualquier actividad y te ponen muchas trabas. ¿Por qué? Porque como somos los más chiquitos, no nos toman mucho en cuenta”.

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Félix Rochín luego de una captura para la toma de muestra del proyecto “Pesca con Propósito”. Foto: Astrid Arellano

Por eso, cuando Orgcas le presentó el Proyecto Tiburón junto a sus compañeros, no dudó ni un segundo. Participar significaba contar con un ingreso estable y, al mismo tiempo, poder pasar más tiempo en casa con su familia.

“Obviamente, si viene una propuesta de trabajo más sustentable, la vamos a agarrar. Mi equipo y yo ya tenemos tres años sin pescar tiburón”, afirma Rochín. “La gente del mar somos conservacionistas todo el tiempo. Nomás que nunca lo andamos diciendo ni andamos ‘parándonos el cuello’. Los pescadores ribereños cuidamos a las especies y realmente no matamos a un pescado que no vamos a comer. Pero a nosotros sí nos ha tocado ver cómo los barcos matan y desechan ahí mismo. Al tiburón le quitan las aletas y tiran la carne”.

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Colecta de ADN ambiental con integrantes del Proyecto Tiburón. Foto: cortesía Orgcas / Proyecto Tiburón

Su conocimiento, forjado durante más de 15 años como pescador, junto con la experiencia de sus colegas, ha sido fundamental para el equipo de científicas. En una zona como Isla Cerralvo, donde la investigación es escasa y poco documentada, la sabiduría de los pescadores locales —que conocen estas aguas como la palma de su mano— se convierte en una fuente de información invaluable para el desarrollo del proyecto.

Hasta la fecha, por ejemplo, han logrado la publicación de dos investigaciones científicas en la zona con la colaboración de los pescadores locales. Una de ellas, la más reciente, publicada en marzo de 2025, presenta el primer registro documentado de depredación de un tiburón espinoso (Echinorhinus cookei) por orcas (Orcinus orca) en aguas poco profundas en los alrededores de la Isla Cerralvo.

Las científicas recibieron fotografías, fecha, hora y ubicación GPS de este evento de depredación. La información fue enviada por operadores turísticos y buzos que son integrantes de su programa de ciencia ciudadana, y a partir de allí empezaron a investigar con los pescadores locales las estrategias de caza, la coordinación y los métodos de comunicación de estos cetáceos.

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Registro de depredación de un tiburón espinoso por orcas en el suroeste del Golfo de California. (A) Un tiburón espinoso con una gran mordida por parte de las orcas; (B) Orcas acercándose a un tiburón espinoso; (C) Orca partiendo a un tiburón espinoso en dos partes. Fotos: cortesía Irene Orozco

El estudio sumó datos a la poca información que existe sobre el tiburón espinoso, clasificado en la Lista Roja de la UICN como una especie con “Datos Insuficientes”, lo que refleja importantes vacíos en el conocimiento sobre su dinámica poblacional, distribución y estado ecológico.

“En la segunda parte de la publicación, discutimos que el hecho de que las orcas estén comiendo tiburones de profundidad puede ser causa de que, sobre todo en verano, no encuentren otras presas porque el agua está muy caliente”, describe Frida Lara. Gracias a la plataforma Global Fishing Watch, Orgcas comprobó también que hay un gran esfuerzo de camaroneros que están afectando tanto el ecosistema del tiburón espinoso como a las orcas, porque si estas se alimentan de un tiburón de profundidad y ellos están en peligro al ser pesca de descarte de la industria camaronera, los cetáceos ya no tendrán qué comer, dice la científica.

“Todo el esfuerzo que hacemos aquí tiene un significado, porque contribuye mucho a conocer el área y también a que ellos sepan que son partícipes de la creación de ese conocimiento, que también se sientan dueños de esa información”, dice Lara.

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Las biólogas Frida Sánchez y Frida Lara, junto al pescador Salvador Ríos, integrante del Proyecto Tiburón. Foto: Astrid Arellano

Los pescadores ahora incluso trabajan en la escuela primaria de Agua Amarga, con las niñas y niños, organizando talleres de educación ambiental y visitas guiadas a la Isla Cerralvo, compartiendo sus experiencias con las nuevas generaciones con el objetivo de sensibilizarlos sobre la importancia del océano en sus vidas.

“Me queda clarísimo que el gran tema del futuro es la conservación, no solo marina, sino del planeta entero; cada vez será más urgente y preocupante”, concluye Porfiria Gómez. “Estamos encaminadas a trabajar con la resiliencia de la naturaleza y con la gente de las comunidades, y a lograr que este trabajo sea una forma de vida para coexistir entre todas estas partes que hoy están rotas. Creo que, para mí, transformar eso sería un verdadero sueño”.

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Orgcas es un colectivo multidisciplinario de mujeres biólogas, abogadas, investigadoras y educadoras, entre otras disciplinas. Foto: cortesía Fernando Arzac

Por: Astrid Arellano.

Sitio Fuente: Mongabay