¡Los senderos con espinas son fascinantes y hermosos! Helia Bravo Hollis
CIENCIAS DE LA VIDA.
“Hice mi trabajo con sentido de responsabilidad ante la UNAM, con amor, con pasión, con coraje; no fue un trabajo con sueldo, fue una grata investigación”.
Helia Bravo Hollis fue la primera mujer que obtuvo el tituló de bióloga en la Universidad Nacional de México y uno de los pilares de la botánica de nuestro país, ciencia a la que se dedicó por más de siete décadas.
“Nací en 1901 en Villa de Mixcoac en el seno de una familia muy amorosa integrada por mi papá Manuel Bravo, mi mamá Carlota Hollis de Bravo y mis cuatro hermanas. La Villa de Mixcoac era un lomerío con pinos y encinos en el poniente, en el oriente había una planicie muy verde donde pastaban las vacas; desde ahí se veían los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl; al sureste se veían el Ajusco y el Xitle cubiertos de pináceas. Su atmósfera era de un cielo profundamente azul, nítido y transparente, tanto que se podía ver el planeta Venus aún por la mañana”, narró Helia Bravo Hollis en una entrevista publicada en septiembre de 2001 en la revista ¿Cómo ves?
Helia Bravo se caracterizó por ser una excelente estudiante. Cuando cursaba la primaria en 1908 recibió un diploma de buen aprovechamiento firmado por Porfirio Díaz y por Justo Sierra. “…también me regalaron dos libros: uno de poesía y otro de naturaleza, yo me embelesaba con los animalitos y las plantas”, continúa con su plática con ¿Cómo ves?
En 2002 la revista Artes de México publicó en su número 59 uno de los últimos textos de la maestra Hollis (como le gustaba que se refirieran a ella) en el que expresa de manera casi poética el germen de su pasión por la vida:
“Mis padres amaban la naturaleza… Mi madre a la caída de la tarde me llevaba a ver el crepúsculo con nubes que se revolvían entre colores púrpura, rojo y oro, en tanto que los volcanes se revestían de un color violeta que gradualmente se disolvía al anochecer…”.
La influencia del maestro Ochoterena.
En 1918 ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria. Durante el segundo año conoció al maestro Isaac Ochoterena, célebre botánico que inculcó en algunos de sus alumnos la pasión por la biología y los instó a colaborar con él en el recién fundado Departamento de Biología de esa preparatoria. La joven Helia aceptó y le fue encomendado realizar un trabajo acerca de los protozoarios, mismo que presentó en la Sociedad Antonio Alzate. Esa investigación definió su futuro profesional.
Todavía era estudiante de preparatoria cuando inició su carrera como docente y tuvo su primer acercamiento a las cactáceas (también bajo la tutela del profesor Ochoterena), familia vegetal a la perduró vinculada el resto de su vida.
Cuando concluyó la educación media superior se inscribió en la carrera de medicina porque todavía no existía la de biología en la Universidad Nacional, pero un año después tuvo la oportunidad de cambiarse a la naciente licenciatura de biología.
En 1927 Helia Bravo se convirtió en la primera bióloga titulada en México. Cuatro años después, con una monografía acerca de las cactáceas de Tehuacán, obtuvo el grado de maestra en ciencias biológicas.
En 1929 la Dirección de Estudios Biológicos quedó bajo la tutela de la Universidad Nacional Autónoma de México y se transformó en el Instituto de Biología. Helia Bravo fue invitada por el director del instituto, el profesor Ochoterena, a unirse a su equipo como encargada del Herbario Nacional.
Sus trabajos relacionados con los protozoarios fueron quedando en el olvido debido al tiempo que le demandaban el herbario y su investigación referente a las lentejillas de agua, misma que publicó con el título Las lemnáceas de Xochimilco en el primer número de los Anales del Instituto de Biología.
Durante su estancia en el instituto se dedicó de lleno a las cactáceas y en 1937, después de haber consultado la literatura escrita hasta entonces y de hacer innumerables expediciones a las zonas cactíferas, publicó el libro Las cactáceas de México. En esta obra de 775 páginas y 324 fotografías la maestra Bravo describió la mayoría de las cactáceas que se conocían en México.
Excursiones y recolecciones.
Por motivos personales se retiró del ámbito académico y laboral durante trece años. En 1950 regresó a sus actividades, por dos años fue profesora y jefa del Departamento de Biología de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional y después se reintegró al herbario del Instituto de Biología de la UNAM.
Asimismo continuó con sus excursiones y con la recolección de cactus en compañía de otros cactólogos y cactófilos. A lo largo de los años la colección de ejemplares creció tanto que fue necesario buscar un terreno para albergarlos y qué mejor lugar que el campus universitario. Esta fue la semilla del Jardín Botánico de la UNAM, el cual se inauguró en 1959. La maestra Bravo fue su primera directora.
En 1951, junto con Jorge Meyrán, Eizi Matuda, Dudley Gold y Hernando Sánchez Mejorada, fundó la Sociedad Mexicana de Cactología A.C. y también el órgano de difusión de esta sociedad: Cactáceas y suculentas mexicanas.
La segunda edición de su libro Las cactáceas de México, publicado en tres tomos, implicó tres décadas de trabajo (de los sesenta a los noventa) debido a que tuvo que consultar la nueva bibliografía y volver recorrer todas las regiones cactíferas del país para colectar, registrar, fotografiar y describir las especies desconocidas, así como visitar herbarios nacionales y extranjeros.
Para llevar a cabo esta magna obra contó con el apoyo del Instituto de Biología de la UNAM, Hernando Sánchez Mejorada y la Sociedad Mexicana de Cactología A. C.
Como reconocimiento a la fructífera y destacada labor científica de la maestra Bravo Hollis, algunas especies de cactáceas hacen referencia a su nombre, entre ellas, Ariocarpus bravoanus, Opuntia heliae y Mammillaria hahniana ssp.bravoae.
No obstante haber llevado a cabo una tarea titánica que le valió el reconocimiento mundial, al respecto expresó:
“A pesar de todo creo que mi trabajo dejó mucho que desear, pues el conocimiento de las cactáceas no está acabado, siempre se está haciendo. Es una familia en la que la sistemática siempre se está moviendo. Tenemos que encontrar un método bioquímico que nos ayude a interpretar la morfología”.
Publicó más de 170 artículos, realizó 60 clasificaciones científicas y 59 revisiones de nomenclatura. Fue socia de varias entidades académicas de México y el extranjero. Por su contribuciones al saber científico recibió más de una decena de reconocimientos, entre ellos el Cactus d´Or, otorgado la International Organization of Suculents y los títulos de Doctora honoris causa e Investigadora Emérita por la UNAM.
La creación de la Reserva de a Biósfera de Metztitlán, en el estado de Hidalgo, tuvo sus cimientos en las investigaciones que realizó en esa zona.
La maestra Bravo murió el 26 de septiembre de 2001. Su trayectoria profesional da cuenta de lo que puede lograrse cuando se combinan inteligencia, pasión, disciplina, constancia y responsabilidad.
Por: Leticia Monroy Valentino.
Sitio Fuente: Ciencia UNAM-DGDC