Aumento de abandono escolar y trabajo infantil, consecuencia del coronavirus
EDUCACIÓN.
Millones de niños dejaron sus estudios y hoy su futuro es incierto.
El impacto de la pandemia por COVID-19 en diversos ámbitos ha sido desastroso. En el campo de la educación, el panorama no es el más alentador. Debido a las recomendaciones de distanciamiento social, las instituciones educativas cerraron sus puertas dejando a millones de niños a la deriva.
Desde marzo de 2020, el sistema educativo público y privado en México también se enfrenta al desafío sin precedentes implementando clases a distancia.
Algunos de los niños pudieron retomar sus clases en modalidad a distancia, ya sea vía internet o por televisión, y quienes no tenían acceso a las herramientas tecnológicas para hacerlo o peor aún, no contaban siquiera con energía eléctrica, sobre todo en zonas rurales, dejaron de estudiar, afirma Patricia Ducoing Watty del Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación (IISUE).
La especialista señala que, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 5.2 millones de niños, adolescentes y jóvenes entre los 3 y los 29 años de edad, no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021 por motivos económicos y por causas de la COVID-19.
Antes y después de la pandemia.
Ahora bien, de esos 5.2 millones, 3 millones pertenecen a educación básica, y de esos 3 millones, 1.3 abandonó la escuela a causa de COVID-19 y 1.6 por falta de recursos económicos. Además de esos 5.2 millones que tampoco terminaron el ciclo escolar 2019-2020, 3.6 millones no se inscribieron al ciclo siguiente porque tenían que trabajar.
Se estima que el 26.6% de la población de 3 a 29 años no se inscribió al ciclo 2021; el 25.3% dejó los estudios porque los padres se quedaron sin empleo, en tanto que el 21.9% no continuó estudiando porque carecía de computadora, tablet, celular o conexión a internet.
También está el 19.3% que abandonó la escuela porque ésta cerró definitivamente; el 4.4 % porque los papás no podían hacerse cargo del alumno, entre otras razones.
Antes de la pandemia más de 4 millones de niñas, niños y adolescentes en México no iban a la escuela y unos 600 mil estaban en riesgo de abandonarla.
Las consecuencias de dejar la escuela impactan a las personas durante el resto de su vida, ya que les impiden desarrollarse plenamente, limitan sus oportunidades laborales y dificultan que ejerzan plenamente sus otros derechos.
Migración y situación de calle.
Los niños que abandonaron la escuela por causa de la pandemia, explica Ducoing Watty, pueden encontrarse en diversas situaciones, entre ellas, la migración muchas veces solos, es decir, no acompañados por los padres o algún otro familiar; otra posibilidad es que esos niños se encuentren en situación de calle ya sea obligados por los padres o que se fueron de su casa voluntariamente.
También puede suceder que los padres los envíen a trabajar para que contribuyan al ingreso familiar. Así, los niños que abandonaron la escuela se encuentran también en una situación de vulnerabilidad en materia de salud, de nutrición.
“En las zonas rurales o semi rurales los habitantes no cuentan con luz y agua, lo que hace más difícil aún el poder acceder a la educación; de hecho, existen telesecundarias que no tienen energía eléctrica que es un servicio básico para aprender en esa modalidad”.
Vulnerables y marginados.
Un niño que no tiene posibilidades de continuar sus estudios, incrementa su vulnerabilidad en materia de desarrollo humano, de estigmatización y discriminación social.
En el Siglo XXI, un menor que no concluye la primaria o la secundaria tiene muy pocas posibilidades de insertarse en el mercado laboral. Igualmente, se encuentra expuesto a muchos riesgos de abuso, maltrato, explotación y violencia.
Patricia Ducoing considera urgente y necesario que el Estado mexicano asuma una política el apoyo intersectorial, esto es, que todos los sectores que tienen que ver con alimentación, nutrición, salud y educación trabajen conjuntamente con las poblaciones marginadas y más vulnerables, pues los niños requieren de todas esas condiciones que les permitan cubrir sus necesidades básicas, a fin de contribuir a su crecimiento y desarrollo en todos los aspectos.
Un análisis elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), precisa que el impacto de COVID-19 ha generado una reducción en los ingresos y altos niveles de inseguridad económica en las familias, lo que podría derivar en que más de 300 mil niñas, niños y adolescentes de la región se vean obligados a trabajar. El documento destaca que el cierre temporal de las escuelas es otro factor que tiene el potencial de aumentar el trabajo infantil.
Por: Isabel Pérez Solís.
Sitio Fuente: Ciencia UNAM