Moralidad: construcción de herencias

HUMANIDADES / FILOSOFÍA

Hablar de moralidad es hablar de un término con varios sentidos y significados, desde la asignación de un conjunto de códigos de comportamientos atribuidos a diferentes grupos sociales hasta la capacidad de elaborar juicios y actuar en función de ellos. Las explicaciones sobre la moralidad se han modificado dependiendo de si son asuntos relacionados con la filosofía, la religión, la medicina, la psicología o la biología. La idea de moralidad, en ocasiones, ha sido intercambiada por la palabra ética, que ha sido considerada como una idea mucho más general en la que se podría incluir la reflexión sobre el comportamiento moral.

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En este escrito, se considerará la moralidad como la “capacidad de orientación normativa: nuestra capacidad de estar motivados por las normas de comportamiento y sentimiento a través de juicios acerca de cómo deberían actuar las personas y cómo responder en diversas circunstancias” (FITZ, 2014). También se considerará como una capacidad biológica que ha surgido dentro de los procesos evolutivos que dieron origen a las características que nos definen como especie, y que ha sido un tema relevante en las reflexiones evolutivas, que van prácticamente desde la Filosofía zoológica (1809) de Jean B. Lamarck, pasando por los trabajos de Charles Darwin (1871, 1872), hasta los resultados actuales de estudios comparativos en primates, como los realizados por Frans de Waal (1996; 2006).

La idea de moralidad, en ocasiones, ha sido intercambiada por la palabra ética, que ha sido considerada como una idea mucho más general en la que se podría incluir la reflexión sobre el comportamiento moral.

Desde luego, la capacidad de estructurar nuestra moralidad tiene un origen evolutivo (véase, por ejemplo, Ayala, 1987) y está ligada al desarrollo de nuestras capacidades cognitivas; sin embargo, la singularidad y los niveles en los que ésta pueda desarrollarse en términos individuales es resultado de un proceso histórico individual en el que se conjugan y convergen distintas herencias que hemos recibido como homínidos, como Homo sapiens, como miembros de tradiciones culturales, como parte de una familia y como resultado de nuestra propia historia de vida.

En algún sentido, la moralidad podría resultar en un asunto de extremado relativismo; pero más que un argumento a favor del relativismo moral, en este escrito se construye un argumento para reflexionar sobre la emergencia histórica de nuestra moralidad y problematizar desde otros ángulos la vieja cuestión sobre si el ser humano es bueno o malo por naturaleza. Tradicionalmente, la pregunta ha tenido básicamente tres respuestas: 1) el ser humano es bueno por naturaleza, pero se vuelve malo dentro del ámbito social donde se desarrolla (ROUSSEAU, 2000 [1762]); 2) el ser humano es malo por naturaleza y es necesario que la sociedad marque los límites de su comportamiento, principalmente a través de la educación o el castigo (KANT, 1990 [1785]; Hobbes, 2008 [1651]); y 3) la postura conciliadora: es resultado de la convergencia de ambos (RUIZ et al., 2013). Sin embargo, en esta integración sólo se hacen visibles dos tipos de herencia: la genética y la simbólica, es decir, la que viene en nuestros genes y la que heredamos culturalmente, una combinación que en muchos casos se piensa de manera homogénea y determinista, pues se consideran como sistemas exclusivos de la continuidad. De esta manera, existe una tendencia de pensar cada herencia en forma generalizada, inclinación que se puede ver reflejada en el debate de si se tiene o no se tienen moralidad, cerrando la posibilidad de verla en términos de un despliegue de diversidad.

Algo distinto puede ocurrir, como se explica a continuación, cuando pensamos en que la moralidad es producto de varios sistemas de herencia, entendidos como sistemas de variación heredable que convergen y que en conjunto despliegan diversos grados y particularidades de la moralidad.

Estas ideas están basadas en la propuesta de los sistemas de herencia de E. Jablonka y M. J. Lamb (2005). Consideramos que estas ideas son relevantes para analizar la naturaleza de la capacidad moral del ser humano. Los sistemas de herencia, de acuerdo con Jablonka y Lamb, pueden clasificarse por la forma en la que almacenan y transmiten la variación. Estos, desde luego, no son únicos (véase, por ejemplo, Helanterä y Uller, 2010; y Lamm 2014), pero permiten problematizar la naturaleza de nuestra capacidad moral. Los tipos de herencia a los que nos referimos son: herencia genética, herencia epigenética, herencia del comportamiento y herencia simbólica. Dichos elementos no se encuentran en conjunto dentro de las discusiones que se han propuesto sobre la llamada naturaleza humana, desarrolladas desde la filosofía, la biología y la sociología, como las reflexiones de David Hume (2012 [1839]), Karl Marx (2012 [1844]), J. Dewey (1922), S. Rose et al. (1984), Richard Lewontin y Richars Levin (1985) y Ch. Cooley (1992), las cuales han delineado en varias direcciones las discusiones actuales sobre el papel de lo biológico o lo cultural en la conformación de la naturaleza humana.

Sitio Fuente: Revista UNAM Diana Buzo Zarsoza, Ricardo Noguera Solano.