El rojo mexicano de la grana cochinilla inspiró a niños y niñas en la Biblioteca de México
El taller acerca del insecto que coloreó el mejor arte europeo se llevó a cabo en el marco de la exposición en Bellas Artes.
En el taller, los participantes conocieron tres diferentes fórmulas para lograr tonalidades diferentes, a partir del uso de bicarbonato de sodio, alumbre, sulfato de fierro y cremor tártaro.
Como una invitación a valorar la grana cochinilla, se llevó a cabo este sábado el taller Rojo mexicano para niños, en la sala infantil de la Biblioteca de México.
La actividad formó parte de la programación diseñada en el marco de la muestra Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte, que concluirá su periodo de exhibición el próximo 4 de febrero en el Palacio de Bellas Artes.
Sara Pineda, quien ha colaborado en la difusión del tema en diversos museos y con el CINVAESTAV-IPN, fue la encargada de guiar a los niños y sus padres en el proceso de extracción del color de la grana cochinilla.
Antes de la sesión práctica, la artesana e investigadora explicó a los participantes que la grana cochinilla es un insecto que se reproduce en las pencas de nopal, y es de la hembra ya seca de donde se obtiene un extracto de color rojo natural o carmesí.
Aseguró que al triturarse y ser mezclado con ácidos, permite obtener otros tonos de rojo y al combinarse con los alcalinos cambia a morado y azul, lo cual permite conseguir una amplia gama de colores.
Con el apoyo de fotografías, la especialista mostró a los pequeños las variedades de nopal en las que es posible observar la grana cochinilla, sus nidos e Imágenes microscópicas de los insectos.
Pineda explicó que en la cultura prehispánica, la grana era sumamente cotizada por los pobladores y se utilizaba para teñir objetos diversos: alimentos, plumas, madera, textiles, algodón, piedras, tajes, viviendas, y se usaba también como tinta para códices.
Hizo énfasis en que este colorante ya era conocido por los aztecas antes de la llegada de los españoles, quienes luego de la Conquista vieron a los indígenas recoger insectos de los nopales, y fue en el siglo XVI que se conoció en Europa.
En la parte práctica del taller, los participantes conocieron tres diferentes fórmulas para lograr tonalidades diferentes, a partir del uso de bicarbonato de sodio, alumbre, sulfato de fierro y cremor tártaro.
Los niños pintaron sobre hojas mientras las niñas aprovecharon la tintura para pintarse los labios y las uñas, asombradas por la fuerza del color.
Información: CGP.
Sitio Fuente: Secretaria de Cultura