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El PAU conmemora 25 años con las más recientes Revelaciones de la arqueología mexica

MUSEOS.

- Este exitoso proyecto arqueológico ha incrementado la cantidad de hallazgos en los últimos años; una selección se exhibirá temporalmente en el Museo del Templo Mayor
- En la muestra ocupan un lugar central las ofrendas de consagración y clausura de cuatro importantes edificios, varias constituidas por restos óseos humanos.

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La muestra da cuenta de los trabajos arqueológicos realizados durante la reciente década por el PAU. Foto Héctor Montaño, INAH.

Desde hace 25 años, en el corazón de la Ciudad de México, el Programa de Arqueología Urbana (PAU) rescata y protege lo que permanece de “la fama y la gloria de México-Tenochtitlan”, una ciudad que perduró dos siglos, entre 1325 y 1521. En los últimos años, este exitoso proyecto del Museo del Templo Mayor ha visto incrementar la cantidad de hallazgos, por ello conmemora un cuarto de siglo de labores con una muestra dedicada a las más recientes Revelaciones de la arqueología mexica, que ayer se inauguró.

El PAU surgió en 1991, por iniciativa del investigador emérito del INAH Eduardo Matos Moctezuma, y enfoca sus acciones en siete calles del Centro Histórico, sobre las que se extendió el centro ceremonial tenochca, constituido por cerca de 80 edificaciones, de las cuales se tiene evidencia arqueológica de poco más de la mitad.

A partir de 2007, en atención a obras públicas y otras más en domicilios particulares realizadas en la Plaza Manuel Gamio y en predios de la calle Guatemala, este equipo multidisciplinario ha ubicado secciones de templos y estructuras vinculadas con la vida ritual y formativa de las clases ligadas al poder mexica: el Cuauhxicalco, el Calmécac, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, la Cancha de Juego de Pelota y el Huei Tzompantli.

La exposición El Programa de Arqueología Urbana. Revelaciones de la arqueología mexica discurre sobre estos cinco espacios y las ofrendas ubicadas en torno a ellos, descubrimientos realizados la mayor parte de las veces a la misma altura en la que emerge el manto freático y donde extienden sus tentáculos las redes del drenaje, instalaciones eléctricas y telefónicas.

El arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, a cargo del PAU, comenta que en la exposición organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través del Museo del Templo Mayor, tienen un lugar central las ofrendas de consagración y de clausura de importantes edificios, muchas de ellas formadas por gran cantidad de restos óseos humanos.

Sobre los trabajos en la Plaza Manuel Gamio, que dieron comienzo en 2009, Raúl Barrera recuerda que bajo un piso de lajas de basalto (el cual formó parte de la plaza en el extremo suroeste del Templo Mayor) se localizó el depósito de una mujer de aproximadamente 70 años de edad. El cuerpo de la anciana fue depositado bocabajo de forma flexionada, hace 550 años.

La muestra exhibe parte de esta oblación en torno a la cual se encontró un total de mil 789 huesos que correspondían a seis niños y cinco adultos. Los estudios confirmaron que éstos fueron traídos de otro lugar, ya desarticulados; algunos de los huesos presentan huellas de corte, lo cual implica que ciertos individuos recibieron tratamiento mortuorio.

El responsable del PAU explica que entre los mexicas, al igual que en los demás grupos mesoamericanos, “era común efectuar este tipo de depósitos rituales y de tratamiento mortuorio, con el fin de consagrar sus espacios arquitectónicos que representaban una gran carga religiosa para la sociedad”.

Otro de los hallazgos en la Plaza Manuel Gamio fue el Cuauhxicalco, de la época de Moctezuma I (1440-1469). Se trata de una estructura circular de la que sobresalen esculturas en forma de cabezas de serpiente y que fue escenario de actividades vinculadas con el fuego, siendo de las más sobresalientes la inhumación de los soberanos mexicas. Ahí el PAU registró un par de ofrendas, una de consagración y otra de clausura del edificio, y que también podrán conocerse en la exposición Revelaciones de la arqueología mexica.

La primera ofrenda se halló en la parte posterior del Cuauhxicalco y debió servir para clausurar simbólicamente el espacio, en su etapa constructiva correspondiente al periodo 1440-1469 (Etapa IV del Templo Mayor). Estaba compuesta de cráneos fragmentados y cerca de 290 mandíbulas humanas. Algunos de los cráneos fueron modificados intencionalmente con el fin de elaborar máscaras-cráneo, piezas relacionadas con el culto al dios de la muerte, Mictlantecuhtli.

Tras retirar ese depósito, el equipo del PAU vislumbró otra ofrenda que se dispuso en algún momento de la Etapa IV, pero con el fin de consagrar el Cuauhxicalco. Ésta se componía de una piedra de sacrificios o techcatl, que en su base presentaba cinco cráneos alineados con vista hacia el poniente. Es posible que originalmente los cráneos formaran parte del Huei Tzompantli, porque presentan orificios a la altura de los temporales.

Precisamente el año pasado, los arqueólogos trabajaron el predio de Guatemala 24, dando lugar al hallazgo y ubicación del Huei Tzompantli, estructura en la que se colocaban los cráneos de los sacrificados. Se trata de una plataforma baja orientada norte-sur que preserva restos de estuco, y en la cual se detectaron orificios circulares que debieron servir para incrustar los postes de madera que soportaron las varas en donde eran colocados los cráneos.

Al norte de la plataforma se encontró un elemento circular a manera de muro elaborado de cráneos humanos unidos con argamasa de cal y arena. “A primera vista se identificaron 35 de estos cráneos, pero es posible que sean cientos de ellos, lo que comprobaremos en la segunda temporada del proyecto en este 2016”, adelanta Barrera Rodríguez.

Entre las piezas provenientes de este espacio, el público podrá apreciar una ofrenda de fragmentos de roca carbonatada y que debieron formar parte de objetos que fueron matados ritualmente, una ofrenda más compuesta de cascabeles de cobre y cuentas de piedra verde.

El predio de Guatemala 16 ha brindado datos únicos al PAU, pues en su extensión se ubicaron secciones de dos edificios igualmente importantes, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, deidad que “barría los cielos” y era ayudante de Tláloc —de ahí que la estructura está alineada con el adoratorio al dios de la Lluvia—, y la cancha del Juego de Pelota.

Una almena en forma de biznaga que fungió como remate arquitectónico del Templo de Ehécatl y el fragmento de una escultura antropomorfa que corresponde a un pie calzado con cacle (sandalia) son algunos de los hallazgos que el visitante encontrará en la exposición del Museo del Templo Mayor.

En lo que respecta a la cancha del Juego de Pelota, se exhibe una ofrenda única: varios grupos de cervicales (entre dos y seis vértebras en cada conjunto) de adultos y niños que fue dispuesta al centro externo de la escalinata para acceder, desde el Templo de Ehécatl, hacia el Juego de Pelota, símbolo del sacrificio por decapitación.

Las investigadoras que han estado a cargo de la excavación y análisis de las ofrendas son Perla del Carmen Ruiz Albarrán, Lorena Vázquez Vallín, R. Berenice Jiménez González y María García Velasco.

También se exhiben esculturas procedentes de un espacio que ha sido un logro en términos de la difusión de los trabajos del PAU, el museo de sitio del Centro Cultural de España en México, donde están a la vista los restos de lo que posiblemente fuera el Calmécac, institución donde se educaba a los hijos de los nobles para ejercer el oficio de sacerdotes y en donde eran preparados los futuros tlatoanis.

De este contexto procede un par de esculturas que representan a Mictlantecuhtli, Señor del Inframundo, y a Xiuhtecuhtli, Señor de la Turquesa, las cuales se hallaron dentro de un pozo troncocónico colonial, testimonio de la resistencia del pueblo mexica a abandonar a sus deidades. También se exhibe una escultura de Ehécatl, dios del Viento, y el fragmento de una escultura que representa a un águila cuauhxicalli, recipiente en el que se grabaron animales relacionados con el mundo de los muertos: un ciempiés, un alacrán y una araña, además del numeral 7 caña, cuando se celebraban los festejos al dios Quetzalcóatl.

Sitio Fuente: INAH