La breve y extraña historia de la desextinción genética

CIENCIAS. Tiempo de lectura: 7 minutos-

Los investigadores recuperan información genética de especies antiguas y la incorporan en organismos actuales.

Esta semana se han publicado noticias fascinantes sobre unos roedores de pelaje abundante, conocidos como ‘ratones lanudos’, creados en un experimento que busca explorar la posibilidad de resucitar al mamut lanudo en el futuro.

La posibilidad de recuperar especies extintas ha ganado impulso gracias a los avances en la secuenciación del ADN antiguo. En los últimos años, los científicos han logrado reconstruir el material genético de restos de pájaros dodo, más de 10.000 humanos prehistóricos y mamuts congelados, una especie que desapareció alrededor del año 2000 a. C.

El estudio del ADN antiguo nos está ayudando a comprender mejor el pasado. Por ejemplo, al revelar detalles sobre las interacciones entre los humanos prehistóricos. No obstante, los investigadores van más allá. En lugar de limitarse a analizar material genético del pasado, buscan utilizarlo e insertarlo en organismos vivos.

Colossal Biosciences, la empresa biotecnológica responsable de los ratones lanudos, asegura que ese es su objetivo. Su meta final es modificar elefantes con suficiente ADN de mamut para que se asemejen a la especie extinta.

Aún queda un largo camino por recorrer. Los ratones creados por Colossal presentan modificaciones genéticas ya conocidas que provocan un pelaje más abundante o largo. Es decir, el aspecto es similar al de los mamuts, pero no proceden de ellos. De hecho, solo se añadió una única letra de ADN exclusivamente mamut.

Como esta idea es tan innovadora y genera tanto interés, decidí que sería útil recopilar los intentos previos de añadir ADN extinto a organismos vivos. Como la tecnología aún no tiene nombre, propongo llamarla cronogenia.

«Hoy en día, hay muy pocos ejemplos», señala Ben Novak, científico jefe de Revive & Restore, una organización que utiliza tecnología genética destinada a la conservación. El experto me ayudó a encontrar algunos casos, y también conté con las ideas del genetista de Harvard George Church, que impulsó originalmente el proyecto del mamut, y de Beth Shapiro, científica principal de Colossal.

El punto de partida de la cronogenia parece situarse en 2004. Ese año, científicos estadounidenses anunciaron que habían recreado de manera parcial el mortífero virus de la gripe de 1918 y lo habían utilizado para infectar a ratones. Tras una larga búsqueda, lograron recuperar muestras del virus de un cadáver congelado en Alaska que conservaba el germen como una cápsula del tiempo. Finalmente, consiguieron reconstruir el virus completo, con sus ocho genes, y descubrieron que era letal para los roedores.

Fue un comienzo alarmante para la idea de la desextinción genética. Como sabemos por películas como La Cosa, desenterrar criaturas congeladas en el hielo rara vez es una buena idea. Muchos científicos creían que recuperar el virus de la gripe de 1918 —que mató a 30 millones de personas— representaba un riesgo innecesario, pues temían que pudiera escapar y provocar un nuevo brote.

El primer ejemplo de cronogenia en animales no tardó en llegar. En 2008, los investigadores australianos Andrew Pask y Marilyn Renfree recopilaron datos genéticos de un tigre de Tasmania (o tilacino) que había permanecido en un frasco de etanol. El último de estos marsupiales carnívoros murió en 1936 en un zoo de Hobart (Australia).

A continuación, los investigadores australianos introdujeron un pequeño fragmento del ADN del animal extinto en ratones y demostraron que podía regular la actividad de otro gen. Era, de algún modo, un estudio rutinario sobre la función génica, pues los científicos modifican el ADN de los ratones para ver qué sucede.

La diferencia era que estaban estudiando genes extintos que, según sus cálculos, representan el 99% de la diversidad genética que ha existido. Los investigadores usaron un lenguaje casi religioso para describir el origen del ADN: «Es posible resucitar la información genética de una especie extinta. Al hacerlo, hemos devuelto a la vida el potencial genético de un fragmento del genoma de este mamífero desaparecido».

Esto nos lleva al primer intento comercial de utilizar genes extintos, que llamó nuestra atención en 2016. Gingko Bioworks, una empresa de biología sintética, comenzó a buscar en herbarios ejemplares de flores extintas, como una que creció en los campos de lava de Maui (Hawái) hasta principios del siglo XX. Luego, la empresa aisló algunos de los genes responsables de sus moléculas aromáticas.

«De hecho, insertamos los genes en cepas de levadura y medimos las moléculas», afirma Christina Agapakis, exvicepresidenta ejecutiva de creatividad y marketing de Gingko, quien dirigió el proyecto. Al final, Gingko colaboró con un «artista olfativo» para imitar esos olores utilizando sustancias químicas aromáticas disponibles en el mercado. Esto significa que los perfumes resultantes (que están a la venta) usan genes extintos como «inspiración», no como ingredientes reales.

Es algo similar al proyecto del ratón lanudo. Algunos científicos se quejaban esta semana de que, cuando Colossal comience a crear elefantes mediante cronoingeniería, no podrá hacer los miles de cambios en el ADN necesarios para recrear verdaderamente el aspecto y el comportamiento de un mamut. En su lugar, el resultado será solo «una burda aproximación a una criatura extinta», según dijo un científico.

Agapakis sugiere no ser demasiado literal a la hora de recuperar genes del pasado: «Como obra de arte, vi cómo la flor extinguida hacía que distintas personas sintieran una profunda conexión con la naturaleza, una tristeza y pérdida por algo que se ha ido para siempre, y una esperanza de un tipo diferente de relación con la naturaleza en el futuro. Aquí hay un componente ético y social muy poderoso y poético, una exigencia de que cuidemos de estas criaturas lanudas y de nuestros enredos con la naturaleza en un sentido más amplio».

Para cerrar nuestra breve lista de esfuerzos conocidos en cronogenia, solo encontramos algunos ejemplos más. En 2023, un equipo japonés introdujo en ratones una única mutación encontrada en neandertales para estudiar cómo cambiaba su anatomía. Un grupo del Laboratorio Carlsberg (Copenhague) asegura que, tras analizar ADN de 2 millones de años recuperado de un túmulo en Groenlandia, han logrado añadir mutación genética a plantas de cebada.

Gracias a ese cambio, en un gen receptor de luz, el cultivo podría los interminables días de verano y las largas noches de invierno del Ártico.

Por: Antonio Regalado.

Sitio Fuente: MIT Technology Review