Una biodiversidad bien conservada, la mejor prevención contra las pandemias

CIENCIAS DE LA SALUD.-

Las actividades humanas que contribuyen al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad, generan riegos de infecciones masivas.

Las enfermedades han existido desde los inicios de la humanidad. Actualmente estamos enfrentado la de COVID-19 pero hay otras de las que se habla menos, pero están latentes y pueden ser igual de importantes.

Desde que el ser humano empezó a organizarse en sociedad y a crear núcleos de personas que convivían en los mismos espacios, las enfermedades infecciosas se volvieron más comunes. A medida que la población mundial fue creciendo, este tipo de enfermedades se empezaron a extender y afectar a varias regiones convirtiéndose en una amenaza para la población y fue así, cuando aparecieron las primeras pandemias.

La zoonosis.

Muchos agentes infecciosos (virus, bacterias, hongos y parásitos) se encuentran en animales. Estos patógenos que provocan enfermedades, tanto leves como graves, locales o hasta asociados a pandemias, se pueden transmitir de manera natural a los humanos desde un animal, generalmente un mamífero. A este tipo enfermedades se les conoce como zoonóticas.

Por lo general la transmisión zoonótica se produce a través de algún fluido corporal del animal como la saliva o la orina, o por algún intermediario, por ejemplo, los mosquitos, las garrapatas y los piojos, entre otros. También pueden transmitirse por algún alimento de origen animal que no cuente con los controles sanitarios necesarios, o por el consumo de frutas y verduras mal lavadas.

Este tipo de transmisión de enfermedades es muy frecuente. Un caso muy común es la rabia, que se transmite a los humanos por el contacto con la saliva del animal infectado, normalmente un perro, aunque también puede ser las ardillas y otros mamíferos, como los zorros o los murciélagos. Otros ejemplos de enfermedades zoonóticas son la influenza, el Síndrome Respiratorio Severo de Medio Oriente (MERS), la Viruela símica, la Encefalitis Equina y la COVID-19, por mencionar algunas.

Si le sumamos nuestro estilo de vida en ciudades densamente pobladas e interconectadas, así como nuestra intensa movilidad y la estrecha relación con animales tanto silvestres como domesticados, el asunto se complica.

Animales que actúan como puente o fuente de zoonosis (cerdos, jabalíes, ratones, murciélagos, chimpancés, vacas, gallinas, patos, perros y gatos, entre otros) contribuyen a que las enfermedades se dispersen de manera rápida e intensiva, afirma el doctor Roberto Vázquez Campuzano, académico de la Facultad de Medicina de la UNAM e integrante de la Coordinación de Investigación del Instituto de Diagnóstico y Referencias Epidemiológicos de la Secretaría de Salud.

Agrega que las mismas actividades humanas que contribuyen al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad también favorecen el riesgo de la aparición de nuevas enfermedades de potencial infeccioso.
 
¿Cómo contribuyen los hábitats a prevenir las pandemias?

Los hábitats bien conservados, con una diversidad de especies que se relacionan en equilibrio, funcionan para los seres humanos como una barrera de contención frente a los agentes infecciosos que provocan enfermedades. Pero cuando la naturaleza se altera o se destruye, se afectan los ecosistemas y estos pierden su capacidad de funcionar como barrera de contención por lo que se facilita la propagación de los patógenos y, por lo tanto, aumenta el riesgo de la transmisión de enfermedades infecciosas en los humanos.

Por ejemplo, los bosques, son el hogar de millones de especies de microorganismos, muchos de ellos desconocidas para la ciencia. Entre estos millones de especies desconocidas se encuentran virus, bacterias y hongos.

Su destrucción debido, entre otras prácticas, a la tala, la construcción de carreteras, a la minería o al crecimiento de las poblaciones, además de la desaparición de las especies, provoca la movilidad de los animales que ahí habitan y como consecuencia, que las personas tengan un contacto directo con distintos animales con los que antes no lo habían tenido y con ello, también con los patógenos que puedan albergar, lo que puede dar origen a distintas enfermedades, algunas de ellas desconocidas hasta ahora o limitadas a ciertas áreas geográficas.

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El especialista asegura que “existen investigaciones que revelan que solo en los zorros voladores (una especie de murciélago), se han detectado 58 virus. Si trasladamos este número al resto de los mamíferos, tenemos alrededor de 4500 especies de mamíferos, que pueden albergar virus, por lo tanto, podemos tener aproximadamente 320,000 virus que no se conocen, capaces de producir enfermedad en humanos. Y esos son solamente virus."

No hay duda, dice, que la transmisión de enfermedades por zoonosis está relacionada con el cambio climático y los ambientes degradados. El aumento de la temperatura, la expansión de las ciudades, la disminución de las áreas rurales y el creciente número de hábitat naturales alterados, incluso devastados obliga a las especies a utilizar y adaptarse a nuevos espacios donde hay presencia y actividad humana, lo que aumenta la probabilidad del contacto entre las especies.

Enfermedades como el SIDA o el ébola, entre otras, están relacionadas con la deforestación, la reducción de la superficie de hábitats naturales y la entrada en contacto del ser humano con animales que constituían el reservorio de estas enfermedades, como murciélagos o primates. Sin embargo, el problema no son los murciélagos, pues en ambientes naturales bien conservados es muy poco probable que estos trasmitan enfermedades a otros animales, incluyendo los humanos.

Asimismo, el cambio climático influye en la aparición de las zoonosis al alterar la temperatura mundial, así como las corrientes atmosféricas y las marinas que permiten la propagación de agentes infecciosos. Además, a lo anterior, hay que sumar la posibilidad de liberación de patógenos almacenados en los casquetes polares y que se redefinen las rutas migratorias de algunas especies, lo cual lleva a que los patógenos que albergan escapen de sus hábitats.

¿Podemos tomar medidas para prevenirlas?

La pandemia de COVID-19 debe hacernos reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza. Nos plantea el reto de establecer una nueva forma de relacionarnos con el medio ambiente, para reconstruir un sistema mundial más amigable con la naturaleza.

El doctor Vázquez sugiere que los gobiernos tomen medidas para reducir el riego de la aparición de nuevas enfermedades:

- Tomar acciones para reducir la pérdida de especies y conservar las grandes zonas naturales en buenas condiciones.

- Reducir el tráfico y el comercio de vida silvestre, así como el tráfico de animales silvestres exóticos y la cría intensiva de animales, son elementos para detener la propagación y transmisión de zoonosis.

- Invertir en buenas prácticas en sistemas agrícolas integrados, producción de especies orgánicas y nativas, y producción local.

- Adoptar medidas a nivel mundial para mitigar el cambio climático y sus impactos.

Por: Consuelo Doddoli.

Sitio Fuente: Ciencia UNAM