El Coro Comunitario Binacional Maya Chuj continúa uniendo lazos entre México y Guatemala

    HUMANIDADES / BELLAS ARTES / MÚSICA.

    Es el único de las 111 agrupaciones musicales comunitarias impulsadas por el Gobierno Federal, que se desarrolla en dos países: México y Guatemala.

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    Tiene la modalidad de ser un coro en movimiento, lo cual significa que los niños se expresan con todo su cuerpo y no sólo con la voz.

    Tziscao, Chiapas. Después de casi dos años de trabajo tanto en Guaxacaná, aldea del departamento de Huehuetenango, municipio de Nentón, Guatemala, así como en Tziscao, Chiapas, México, el Coro Comunitario Binacional Maya Chuj cuenta con una participación de 70 niños guatemaltecos y mexicanos, de entre 10 y 15 años de edad.

    Este coro representa para las familias de esta zona fronteriza una oportunidad para que los niños desarrollen otro tipo de habilidades, más allá de los conocimientos adquiridos en las escuelas de educación básica, pues los acerca a los usos y costumbres que en otra época los unieron, incluida la lengua chuj.  

    El coro forma parte del Movimiento Nacional de Agrupaciones Musicales Comunitarias, impulsado por la Secretaría de Cultura, a través del Sistema Nacional de Fomento Musical, además de que cuenta con el apoyo del Programa de Cooperación Internacional IBERORQUESTAS Juveniles, que preside México.

    El Coro Comunitario Binacional fue creado al mismo tiempo que el Ensamble de percusiones, localizado en la misma zona. Hasta el momento este coro es el único grupo musical binacional de todo el movimiento de agrupaciones.    

    Localizada a 20 minutos de la frontera con Tziscao, Chiapas y a la cual se llega por los pueblos de Gracias a Dios y La Trinidad, en Guatemala, Guaxacaná con poco menos de 2  mil habitantes, su comunidad se dedica a la agricultura; las familias, la gran mayoría con tres o más niños pequeños, prefieren la lengua chuj para comunicarse entre ellos.

    “A mi hijo le gusta participar y a mí también que él esté ahí para que aprenda algo nuevo, además de la música… Me siento muy tranquilo cuando lo veo cantar, quiero que aprenda más el español, porque aquí, no todos podemos hablarlo… y que vaya a otros lugares a cantar”, afirmó Mario Calvo, padre de José Luis Calvo Pérez, un niño de 13 años de edad, integrante del coro desde hace un año.

    La misma opinión fue compartida por Odilia Lucas, madre de Salomón Pérez, a quien su niño de nueve años de edad le pidió que lo inscribiera en las clases: “el niño está muy contento, canta solito aquí y cuando regresa a casa, le dice a su hermanito: te voy a enseñar lo que canto”, asegura Odilia.

    La vida en Guaxacaná comienza a las cuatro de la mañana, horario a partir del cual todas las actividades conjuntas y las invitaciones son anunciadas en chuj mediante perifoneo, desde la plaza local, como sucede con las clases al coro, a las que los niños que asisten llevan su cuaderno, lapicero y una carta que utilizan como medio de comunicación semanal con sus compañeros, al otro lado de la frontera.

    Esta actividad de integración fue propuesta por el maestro de coro, Arturo Tapia, y la maestra de expresión corporal, Cinthya Ortiz, quienes instruyen en ambas sedes, y hacen la función de correo al  llevar y traer la correspondencia. Al respecto la profesora Ortiz señala  que con esta dinámica, los niños no sólo comparten con sus pares un poco más de su vida, también practican la escritura y la lectura, convirtiendo esta dinámica en otra forma de continuar aprendiendo.

    El proyecto original de este coro contempla que los ensayos conjuntos se lleven a cabo en Tziscao, lugar al que asisten los integrantes de ambas sedes especialmente en días previos a la realización de sus conciertos, como el del pasado mes de julio en el Teatro de la Ciudad Junchavín, en Comitán, Chiapas.   

    De acuerdo con el repertorio común que los 7 mil integrantes de las 111 agrupaciones musicales comunitarias que la Secretaría de Cultura impulsa en México, los integrantes del Coro Comunitario deben aprender a cantar en otras lenguas como el rarámuri, el náhuatl, el kráo (Brasil) y, por supuesto chuj.

    El método de trabajo no sólo se concentra en que los niños canten en otra lengua sino que, a través de la música y el movimiento corporal, conozcan un poco más sobre una cultura diferente, empezando por la chuj. “Es un coro que no tiene coreografías, sino que a través del movimiento al cantar, los niños conectan su cuerpo con la voz para expresar todo su ser”, afirmó Cinthya Ortiz.

    Para observar los trabajos que se llevan a cabo en ambas sedes del Coro Comunitario, acudió Carmen Pérez Camacho, especialista en políticas culturales, quien señaló que estas comunidades son resultado de una serie de desplazamientos, los cuales han provocado que una cultura como la chuj quede distribuida en dos naciones. “Esto ha provocado no sólo distancias físicas sino también sociales; por ejemplo los chuj, que en algún momento fueron desplazados hacia México, por mucho tiempo no fueron reconocidos, lo cual originó una transformación en esta cultura en su lengua, vestimenta e identidad”.

    Y es que para la también autora del Libro verde, que aborda las políticas culturales en distintas regiones del país, el programa trata de recuperar la lengua chuj en las canciones, lo que origina que estos niños se reconozcan como una misma cultura, y que la convivencia y aprendizaje generen orgullo de sus raíces. “El ensamble musical representa un paso para unir las piezas de un rompecabezas, de cara a la recuperación de la memoria”, concluyó.

    Sitio Fuente: Secretaria de Cultura

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