Madres menores de 19 años, en casi 18 por ciento de nacimientos en México

C. SOCIALES / POLÍTICA Y SOCIEDAD

- Una de cada cinco madres adolescentes careció de cobertura médica en el sector público; para tres de cada cien era su tercer suceso- reproductivo
- Necesario concretar medidas integrales de política pública que garanticen el ejercicio de una reproducción planeada.

En 2013 se registraron en México dos millones 195,073 nacimientos, de los cuales 17.7 por ciento correspondió a mujeres menores de 19 años, es decir, en uno de cada seis casos se trató de mujeres adolescentes, señala en un artículo la doctora Rosario Cárdenas Elizalde.

La coordinadora de la Especialización y Maestría en Población y Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) expone que se trata de un fenómeno alarmante, pues en 2010 por cada diez mil mujeres de entre 15 y 19 años se registraron 637.4 hijos. Las cifras para 2013 señalan un aumento puesto que para ese año el mismo indicador -número de hijos por 10 mil mujeres de 15 a 19 años- ascendió a 681.8; además de que una de cada cinco careció de cobertura médica en alguna institución de salud pública.

La reproducción es un acontecimiento de la más alta trascendencia y si bien no es posible señalar cuál sería la edad adecuada para convertirse en padres –en virtud del respeto al derecho a decidir de manera libre e informada el inicio de la reproducción, el número de hijos que se desea y su espaciamiento– la evidencia muestra que hacerlo a edades tempranas trastoca de manera profunda el curso de vida, obligando a quienes viven esta experiencia a afrontar compromisos personales, sociales, económicos y emocionales de gran envergadura.

Con base en estimaciones sustentadas en el análisis del Sistema Nacional de Información en Salud de la Secretaría de Salud y las proyecciones del Consejo Nacional de Población para el periodo 2010-2030, la doctora Cárdenas Elizalde subraya la importancia de la fecundidad en menores de 20 años en la dinámica total de este componente demográfico a nivel nacional.

Esta dinámica puede apreciarse al observar que la participación de este grupo de edad excede a la mostrada por mujeres de entre 30 y 34 años –16.8 por ciento– y que la tasa de fecundidad total de toda la población en edad fértil –de 15 a 49 años– es menor a la que muestran las adolescentes de 15 a 19 años.

En su trabajo De la suma de las desigualdades: el caso del embarazo adolescente, publicado en la revista Coyuntura Demográfica, la investigadora de la Unidad Xochimilco de la UAM se refiere también a la cobertura médica durante el embarazo en esas edades.

En ese tema, tanto para el grupo de menores de 15 años que tuvo un parto durante 2013 como para aquellas que tenían entonces entre 15 y 19 años, se encontró que una de cada cinco carecía de cobertura médica en alguna institución de salud pública y que seis de cada diez recibieron atención del Seguro Popular.

Al respecto añade que tres de cada cien adolescentes de ambos grupos de edad habían afrontado un tercer suceso reproductivo, al menos.

Resulta de gran relevancia que pese a haber demandado servicios prenatales a partir del primer trimestre de la gestación, una de cada diez gestantes no tuvo el número de consultas que establece la normatividad correspondiente: cinco durante el transcurso de un embarazo de duración normal.

Esa situación se exacerba cuando la atención inicia en el segundo trimestre –tres de cada diez con menos de cinco consultas– y es aun más extrema al tratarse del grupo que la comenzó en algún punto del tercer trimestre, lo que sucede en siete de cada diez por debajo de la norma.

Al haber identificado el patrón de aseguramiento o afiliación a instituciones de salud de las adolescentes que fueron madres en 2013, no sorprende que más de 60 por ciento del total de partos haya sido atendido en unidades médicas de la Secretaría de Salud; pero sí, quizá, que uno de cada diez haya demandado servicios de instancias privadas, mientras uno de cada cien nacimientos haya ocurrido en el hogar.

El análisis de variables clave relacionadas con la duración de la gestación y las características del recién nacido permite distinguir condiciones en las cuales transcurrió el embarazo, riesgos específicos y consecuencias posibles en el desarrollo del neonato.

Así, en 2013 ocho de cada diez nacimientos de mujeres menores de 15 años y seis de cada cien ocurridos en el grupo de entre 15 a 19 años tuvieron lugar de manera prematura: antes de la semana 37 de gestación. Alrededor de cuatro de cada diez recién nacidos midieron menos de 50 centímetros.

El examen conjunto de la edad gestacional y el peso al nacer posibilita determinar retrasos en el crecimiento intrauterino, un indicador de especial trascendencia pues muestra la existencia de carencias a lo largo del proceso de desarrollo fetal que se ven plasmadas en un recién nacido pequeño.

La información analizada muestra que más de una tercera parte de los nacidos con bajo peso –menos de 2,5 kilogramos– registró retraso en el crecimiento intrauterino.

La atención prenatal iniciada en el primer trimestre observando la normatividad de sumar cinco consultas o más pareciera haber sido incapaz de identificar este proceso carencial debido a que, de entre los recién nacidos con retraso en el crecimiento intrauterino, 70 por ciento se registró en los casos de menores de 15 años, mientras que casi 80 por ciento del grupo de entre 15 y 19 años recibió servicio de salud con tales características.

Los efectos sobre la salud asociados a la prematurez del nacimiento y el bajo peso incluyen un amplio espectro que puede abarcar desde problemas respiratorios, hasta males de índole cognitivo y de socialización.

El retraso en el crecimiento intrauterino provoca cambios fisiológicos y metabólicos durante el proceso embriológico imposibles de revertir y los cuales aumentan el riesgo de padecer, en la edad adulta, enfermedades cardiovasculares y diabetes, entre otras patologías.

Para interrumpir el proceso de acumulación de desventajas sociales por la ocurrencia de embarazos durante la adolescencia es indispensable, por una parte, reconocer la situación y percibirla como lo que es: un problema que involucra y afecta a la sociedad y no sólo a quienes lo enfrentan y, por otra, concretar medidas de política pública integrales que garanticen el ejercicio de una reproducción planeada.

Únicamente entonces estará México en condiciones de atender este grave caso de injusticia social.

Sitio Fuente: UAM Número 047